sábado, 31 de diciembre de 2011

Recuento




Juan Gajardo Quintana

El círculo, la figura perfecta, donde cada punto de la circunferencia está a la misma distancia de su centro. Se dice que todos los cuerpos celestes tienden a la línea recta, pero cuando son atrapados por la gravedad de un cuerpo mayor, quedan librados de su destino eterno y se circunscriben a la misión de girar infinitamente en torno a su amo y señor, adquiriendo así un sentido de existencia. Por eso es que todos los ceremoniales y cuanto hay de simbólico tienen como referencia a esta figura, cuya epifanía son los astros, sus órbitas, la madre tierra, los ciclos naturales e incluso el devenir humano, tanto social como personal. Cuanto hacemos obedece al concepto del eterno devenir, el eterno retorno. Estaciones, ciclos vitales e incluso hábitos domésticos. Empezamos nuestra vida dependiendo de los demás y la concluimos igual. Emprendemos el año dándonos abrazos de buenos deseos y lo terminamos de la misma forma. Nos alegramos que se vaya el viejo y que venga el nuevo y así ad aeternam. Son los rituales que nos impone la existencia, el ser en el tiempo y la certidumbre que la eternidad también es un círculo cerrado, del cual nos es imposible escapar.
La última noche del año, cuando nos sentemos en círculo alrededor de la mesa, consideraremos cuánta alegría nos deparó ese corro de personas amadas, pero también cuánta zozobra implicó su existencia, cuántos desvelos y preocupaciones, por el solo y grandioso hecho de que son nuestros amados. Por otra parte, habrá tristeza porque en esa cadena faltará un eslabón que el año que se va se permitió rompielo. Pensaremos, entonces, con esperanza y resignación, que algún día también nosotros emprenderemos ese camino, rompiendo el concepto del círculo y recuperaremos el impulso inicial, que en realidad era el proyecto primigenio, para sumarnos a las miríadas de estrellas que van desenlazadas en infinita línea recta tras el propósito final.
Luego de rodear el cuello de nuestros familiares y amigos, en un círculo de afecto y deseo profundo de tenerlos cerca, deberemos desenlazarnos para que cada uno quede a su merced buscando su propio centro de gravedad.
Ya, al otro lado del umbral, contemplando el rostro alternativo de Jano (según los romanos el dios de las puertas, los comienzos y los finales), ya pensaremos que el fenómeno vivido solo fue un sueño del que tan solo cabe despertar.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Más de 2.000 años después…



Juan Gajardo Quintana

Es impresionante como algunas instituciones prevalecen en el tiempo y contra el tiempo. Pueden pasar los milenios, cambiar los vientos de la historia, pero ellas se mantienen incólumes y, más aún, se vigorizan y se expanden cada vez con el impulso de nuevos aires vivificadores. Mientras el pobre ser humano respira el poco lapso que le tocó, ellas perviven y trascienden escribiendo página tras página una larga y nutrida historia. Así acontece con esta institución que cada año establece su impronta en las mentes, los corazones y…bolsillos de los hombres y mujeres del planeta. Cuando adolescente me imaginaba que llegaba un tiempo en que la gente olvidaría la Navidad, ahogada por la tecnologización de la vida, con su imposición de materialismo, racionalismo y escepticismo. Y he aquí que en lugar de hacerla desaparecer, dichos imperativos se han hecho carne y sangre con ella. Le han dado un nuevo impulso, una nueva sustancia y un nuevo sentido. Lo que empezó siendo en la profundidad de los milenios pretéritos, una tierna fiesta de amor e intimidad afectiva, se adaptó a las circunstancias y hela hoy en día vestida de las mejores galas solícitamente prodigadas por el mercado y el consumo. Es imposible imaginar esta magna fiesta sin el tráfago y desesperación por los aguinaldos, las ferias, liquidaciones, ofertones y endeudamientos.
Hace algunos años, caminando en medio de la multitud que se aglomeraba en las estrechas calles de Linares, inmersa en un clímax adquisitivo, experimentaba un sentimiento de superioridad al comprobar que tales impulsos no mellaban mi espíritu. Sin embargo, repentinamente recordé que mi serenidad se debía a la absoluta vaciedad de mis bolsillos, afectados por la cesantía afrentosa a la que me tenía sometido el sistema. Probablemente con la billetera bien provista, ni siquiera hubiese advertido como me sumaba a las furiosas hordas de consumidores.
Cuán dulcemente recuerdo las navidades de mi infancia, cuando todo era sencillo, sensible y misterioso. Nos acostábamos en una verdadera Noche de Paz, sin jolgorio, gritos ni exabruptos, confiados en que madre tendría algo hermoso reservado para cuando llegara la mañana. Efectivamente al despertar nos encontrábamos con el tazón de chocolate, los sencillos pero primorosos regalos que las amantes manos maternas habían aderezado, para que el fruto del esfuerzo de nuestro padre luciera esplendoroso ante la vista de sus pequeños hijos. Claro que eso lo sabríamos después, puesto que para la ingenuidad infantil, era el mismísimo viejo pascuero quien se había portado aquella noche. Para que eso ocurriera, era menester dormir plácidamente y en perfecto sosiego. El paso de los años y el advenimiento de mejorías económicas traería consigo las abundantes cenas de Nochebuena que hasta ahora practicamos, en comunidad con el resto de los habitantes del planeta. Sin embargo, para los que somos adultos, estemos donde estemos, las navidades más dulces son aquellas de nuestra infancia, entibiados por la ternura de nuestra madre y la mirada protectora de nuestro padre. El sentimiento aquel se profundizaba en nuestro ser, exhalando aquella emoción que llenaba la atmósfera del hogar y el vecindario, cubriendo el árbol, los bizcochos, caramelos y los juguetes que avariciosamente aferraban nuestras manos.
Los padres de hoy, sobrevivientes de la navidad de entonces, sencilla y rústica si la comparamos con las sofisticaciones de hoy, intentan rescatar, junto a sus niños, estoy seguro, esa impronta de antaño, cubriendo la casa con luces y pirotecnia, fragancias de golosinas y pinos artificiales, regalos solicitados a pedido y medida de los consumidores, degustando manjares y libaciones diversas, en fin, buscando afanosamente ese paraíso perdido que se niega a desaparecer totalmente y que cada año se refuerza con las aportaciones de malls, supermercados y grandes cadenas, intentando cubrir con creces al humilde niño que olvidado yace en el triste mesón.

viernes, 25 de noviembre de 2011

El sabroso pan que nos falta



Juan Gajardo Quintana

Ante una vieja fotografía en la que aparece una feliz pareja de esposos posando junto a sus retoños, un buen amigo observa sus atavíos y realiza disquisitivos comentarios. “Cuánta identidad”, observa.
En el grabado, un garboso caballero en su impecable traje, sentado junto a su joven mujer, elegante y aristocrática en su actitud, con un niño en su regazo, en tanto dos pequeños de distinto sexo, se acomodan a sus pies en actitud ingenua e interrogante. Los personajes corresponden a una familia sureña de mediados del siglo 20, instalada en un paraje rural, habida cuenta de los zarzales a sus espaldas y el polvoriento sitio donde acomodan sus pies. Es llamativa la manera como han construido el conjunto con la conciencia clara de que serán inmortalizados por el lente. Nótese el pañuelo en el bolsillo pectoral y el traje a la medida del señor y su actitud de solvencia. La dama irradia satisfacción y sentimiento de complacencia. “Evidentemente, son personas de campo, que no necesitan ni manta ni sombrero para sentirse dueños de su ser”, precisa mi amigo. Concuerdo con él, porque es notable el espíritu que proyectan en su estampa, denotando convicción y posicionamiento. Es decir, parecen decirnos que ellos saben quienes son. “Se han dispuesto para una ocasión especial”-insiste mi contertulio, - “Se identifican plenamente con la imagen que proponen”.
Han pasado 52 años desde que mis padres se fotografiaron para esta ocasión. Mi progenitor renunció a nuestro mundo en 1997. Mi madre adornó esta tierra hasta el reciente lunes 21 de noviembre. Detrás dejaron generosidad, esfuerzo y quilos de autenticidad. Él fue obrero, cuyo sueldo modesto se expandió milagrosamente para educar a sus ocho hijos, de los cuales la mayoría es profesional. Ella fue una mujer exitosa. “¿Ejecutiva o empresaria?”, preguntarán ustedes. No, nada de eso. Se puede ser eso, con una vida hecha un desastre. Benedicta crió a sus hijos, su matrimonio fue para toda la vida, esparció alegría y paz a los cuatro puntos cardinales (literalmente, con sus palabras y su actividad epistolar), amó, fue amada. Hoy que este mundo ya no goza del privilegio de tenerla, acudo a su imagen para rescatar valores como la transparencia, la tolerancia, la inocencia frente a la malignidad que nos acecha cada día. Habiendo atravesado prácticamente el siglo 20, siempre dijo que el mejor gobierno había sido el de don Pedro Aguirre Cerda, opción que indicada su concepto de una buena administración: la acción educativa, para la cual siempre mostró disposición, heredada de su madre. Exactamente, vivió las vicisitudes de esa centuria, envuelta en el manto de su vocación por arropar con ternura a lo que consideraba lo más vulnerable, la niñez. De esto dan fe sus hijos y la cantidad de sobrinos y nietos que disfrutaron del pan salido de sus manos. Pan que no solo fortaleció a los de sus sangre, sino que alcanzó las ávidas manos de quienes no lo eran.
Por lo general, la sencillez y devoción por los valores prístinos de la vida humana, no son aclamados por aplausos estrepitosos, pero constituyen los eventos fundacionales de la existencia. No son los grandes líderes y políticos quienes los sostienen, sino las espaldas abnegadas de madres, esposas y hermanas que traslucen sueños como los de Benedicta Quintana Barrales.

viernes, 11 de noviembre de 2011

¿De qué vale saber?



Juan Gajardo Quintana

Un amigo me hizo el siguiente cuestionamiento: Si ni tú o yo podemos influir en las condiciones que afectan a las grandes masas, ¿qué caso tiene opinar y discutir al respecto?
Si en nada puede influir lo que pensemos y digamos en materias, como por ejemplo, la tasa de interés que uno termina pagando en un banco por un crédito de consumo, los cobros excesivos de la cuenta de la luz, del agua, del teléfono o del gas, la cuenta de supermercado que pagamos mes a mes, la rentabilidad de nuestros fondos de pensiones, el valor del plan de la isapre, los intereses que le cobra la multitienda cuando se tiene que comprar ropa o algún electrodomésticos, las duras condiciones que le colocan al emprendimiento, el precio del pasaje de bus o de avión, el porcentaje de peces que queda disponible para los pescadores artesanales, la parrilla programática de los canales de televisión, la línea editorial de los principales medios de comunicación escrito, el arancel que se paga en una escuela o universidad, los jugadores que contrata nuestro equipo de fútbol favorito y por supuesto, la posibilidad de tener educación y salud pública universal y de calidad a través del pago de los impuestos. Menos aún en la política cambiaria, las relaciones internacionales, la distribución de la riqueza, el cálculo del PIB, etc., etc., etc..¿para qué darle tantas vueltas al asunto y gastar saliva, haciendo una gárgara sin fin?
Y pensándolo así, de buenas a primeras, es una observación muy pertinente. Y toca la casualidad que es exactamente la misma objeción que nosotros hemos hecho a los apocalípticos profetas que aparecen en la televisión denunciando conspiraciones y contubernios que, de solo escucharlos, nos indignan y nos preguntamos cómo no hay alguien que nos salve de aquellos malvados. Exactamente, de qué nos sirve conocer tales desmanes, si lo único que podemos hacer es dejar que el cataclismo nos caiga encima, como les ocurre a las hormigas, baratas o termitas cuando son rociadas por el infernal insecticida.
¿Qué utilidad nos significa conocer que la riqueza y éxitos macroeconómicos poco o nada representan para el obrero, el funcionario, el operario, en suma, para el asalariado? ¿O bien, que el poder siempre estará en las manos de los mismos, en lo económico, político y social?
¿Sirve para alguna otra cosa que decepcionarnos cada día del mundo que nos tocó vivir?
Estas preguntas son válidas, en primer término, para todo orden de cosas. ¿Vale la pena saber? El ser humano, esencialmente, quiere saber. El conocimiento es un privilegio y un derecho humano. Jamás podré cambiar la historia, por ejemplo, pero deseo conocerla y explicarme el por qué del presente. Por más que el imperio del saber también esté en manos de una casta privilegiada, existe una masa presionando debajo en procura de la parte de la ración que le corresponde. Por otra parte, suponemos que nadie en su sano juicio, deja de aspirar alguna vez a explicarse las causas de por qué se siente tan jodido. Las cosas no son casuales, son causales o efectos de otras causas.
En definitiva, el saber genera conciencia y la conciencia acción. Sin esta premisa, la monarquía absoluta, jamás hubiese desaparecido.

jueves, 15 de septiembre de 2011

¿En qué momento se fregó el sindicalismo en Chile?



Juan Gajardo Quintana


No cabe duda que en nuestro país el sindicalismo está en crisis. Los años gloriosos de Recabarren, Clotario Blest, Tucapel Jiménez e incluso de Manuel Bustos, quedaron atrás. Las causas de esta situación a la que se ha llegado son muchas. El golpe de 1973, fue decisivo. Sin embargo, diversos y variados elementos posteriores contribuyeron a dar al traste con las conquistas y logros que los trabajadores de Chile habían conseguido con sangre, sudor y lágrimas. Recordemos nomás lo poderosa que era la CUT hasta 1973. Cuán orgullosamente las clases obreras se movilizaban y hacían sentir su presencia en la marcha del país. Todo esto ante la vista escandalizada de la prosapia oligárquica para la cual todo aquello revestía una insolencia que un país decente no podía tolerar. En su fuero interno quizás, muchos suspiraban por el advenimiento de una nueva Santa María de Iquique. Tal como ahora hay voces que claman la acción de los militares para controlar a tanto “vándalo suelto” que no respeta la autoridad. Sumemos también a ello la acción concertada y sistemática de los empresarios para reducir al mínimo y perseguir todo intento que suene a asociatividad al interior de sus consorcios. De hecho, no olvidemos que las propias empresas del primer mandatario han sido señaladas como persecutoras de la actividad sindical. Y sabemos que para ello no se ha escatimado medio técnico ni profesional. El asunto es no dar espacio para que se resienta la “actividad productiva, pos hom…”. Y para rematarla, la propia impericia, inoperancia e incapacidad de los que se han puesto al frente de las organizaciones que deberían representar a los trabajadores. El interés y norte de los que actualmente detentan la imagen de representantes no ha estado precisamente fijado en esa misión. Desde un principio la compulsión ha sido la primacía y la búsqueda de recursos para asentar el poder. La pequeñez y la incapacidad, sumadas a los intereses personales, condenaron definitivamente al movimiento sindical chileno, sumergiéndolo en el marasmo en que lo vemos hoy.
Qué diferente se aprecia este universo en países como Bélgica, Alemania, Suiza y otros, donde el estado de bienestar en que la sociedad se mueve, es el resultado de un sindicalismo poderoso y presente en la plenitud de la vida nacional. Allí los sindicatos son pocos, pero con millones de afiliados. Están sindicalizados los obreros, los empleados, los profesionales, los miembros de las fuerzas armadas e incluso lo están los empresarios.
Esta fuerza poderosa ha logrado crear instancias que significan beneficios irrenunciables para sus representados, acerca de las cuales muchas veces hay que obligar al propio trabajador hacerlas valer. Un empleador, un patrón, en esas naciones no puede excusarse en la ignorancia al momento de atender los derechos de sus empleados o trabajadores. Por cierto, se expondría a sanciones de las que le sería imposible escapar. Por su parte, para que el beneficiario no se vea perjudicado a causa de su desconocimiento de sus derechos, existen agencias especializadas, pagadas por el estado para que intervengan y guíen el proceso en caso de, por ejemplo, accidentes, licencias médicas, cesantía o finiquito. Cabe destacar que la carga sobre el empleador es bastante sustantiva. Si bien es cierto el trabajador debe realizar un aporte para algunos de esos eventos del orden del 12 al 13 por ciento, el empleador desembolsará por ley alrededor del 30 al 40 % del aporte. Sumado a esto, contratará un seguro para cubrir situaciones de accidente laboral. Ciertamente, este ciudadano no deja de lloriquear por ello. Pero la cosa es así y pobre de él que intente burlar su responsabilidad.
Al apreciar esa distante realidad, no cabe más que lamentar y llorar sobre los restos del sindicalismo de nuestra patria y señalar claramente a quienes cargan con la culpa de haber pisoteado los intereses de los trabajadores.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Se está arrimando un día feliz




Juan Gajardo Quintana

A estas alturas es imposible que haya alguien acá que crea en la excelencia de la educación chilena. Desde la disposición de la infraestructura hasta el diseño pedagógico se encuentra en tela de juicio. La palabra calidad es el karma que hace pensar, soñar, delirar y disputar a todos los interesados en el tema. Cada cual, desde su punto de vista particular, tiene una definición de cómo entiende la calidad. Sin embargo, en el imaginario colectivo está la visión de un futuro modelo educacional que cuenta con todos los recursos necesarios para su cometido, hasta excelentes perfomances educativas a nivel de aula, generadoras de aprendizajes de alto nivel y de estudiantes con éxito asegurado. Teniendo ese horizonte como fin, cual más, cual menos observa con simpatía (y conveniencia) el desarrollo de las manifestaciones y los entretelones de esta telenovela entre gobierno y estudiantee, incluyendo a muchos que intentan capear de la mejor forma que pueden el temporal , desde apoderados que buscan que sus hijos no pierdan el año, hasta sectores políticos que con calculadora en mano realizan sus escamoteos con el fin de minimizar los daños.
No obstante lo dicho, aspirando cada cual desde su posición a la llegada de ese paraíso de educación de calidad y gratuita para todos, es necesario plantearse un seria interrogante: ¿Cuál será el lugar mío en esa tierra prometida? Como estudiante, profesional de la educación, apoderado, administrador público del sector. La razón para que esta pregunta sea gravitante es simple, pero a la vez fundamental. La bondad o perversidad de los sistemas al final de cuentas está determinada por aquellos que son responsables de su implementación y ejecución. Un corpus legal y administrativo no garantiza nada per se. Es cierto que pueden existir elementos que condenan de antemano al fracaso a algunos modelos organizativos o proyectos sociales y políticos. Por ejemplo, la falta de libertad o una propuesta de democracia protegida, donde los vigilantes terminan convirtiéndose en conculcadores de la vida de los ciudadanos, abortará a la larga cualquier esperanza de desarrollo real. Análoga es la situación con el lucro dentro del sistema educacional. La actividad formativa requiere ingentes gastos, por lo cual la mecánica de una empresa pro utilidad no se entiende en el contexto de la generación de un bien superior, que no está para mezquinar recursos. Pero la sola supresión de estos tipos de inconvenientes y la formulación de modelos en base a principios consagrados por la razón, el conocimiento y el consenso de la mayoría, no garantiza necesariamente la llegada de la felicidad. “Absurdo suponer que el Paraíso, es solo la igualdad, las buenas leyes. El sueño se hace a mano y sin permiso, arando el Porvenir con viejos bueyes”
En consecuencia, el suspenso corre por cuenta de cada uno de los que hoy asistimos y participamos de diferentes modos en este trance histórico. Y a prepararse. Resulta extraño, por decir lo menos, que en todo el discurso que hoy escuchamos, no encuentre cabida (al menos en forma sistematizada) una denuncia clara y directa en relación a aquellos elementos, individuales o colectivos, que han profitado del sistema, dañándolo y convirtiéndose, en definitiva, en una de las causas de la mala calidad y los desastrosos resultados en el ámbito educativo. Por lo tanto, cuidado y a ser coherentes. La llegada de nuevos tiempos es muy posible que tenga el potencial de un “rabo de nube”, que se lleve todo lo feo que hoy enturbia el rostro de la educación, que barra con la tristeza de este Chile o se convierta en “un aguacero en venganza, que cuando escampe parezca nuestra esperanza”.

domingo, 4 de septiembre de 2011

En busca de la trascendencia


Juan Gajardo Quintana

Estas líneas son escritas mientras se cierne sobre el alma nacional un nuevo luto que nos deja a todos con una gran conmoción interior. Gente llena de vida, proyectos y dispuesta a contribuir con sus prójimos necesitados, son detenidos por la implacable naturaleza, que se encarga de recordarnos una y otra vez cuán frágiles somos. En momentos en que disímiles puntos de vista nos enfrentan en un debate, legítimo por lo demás, relacionado con el modelo de desarrollo que queremos para nuestra patria, surge este triste imprevisto que nos impele a tomarnos un momento de reflexión para aquilatar y plantearnos las prioridades de nuestra existencia. Para muchos la vida consiste en el éxito traducido en prestigio, bienes y vida placentera. Y este concepto no es exclusivo de sociedades consumistas como la nuestra, sino que está presente en casi todas las culturas, donde las necesidades básicas constituyen la principal preocupación y, por lo tanto, la resolución de las mismas, si se logra con holgura y amplitud, es signo de bendición y triunfo. Cuando Jesús entregó su mensaje, afirmó que la vida del hombre no consiste en la cantidad de bienes que posee e insistió que no nos afanemos en lo que hemos de comer o vestir. Cuando hablamos del alma humana, no nos referimos necesariamente a algo inasible e inmaterial, de carácter metafísico. Más bien ese concepto dice relación con la misma persona, en su naturaleza compleja, física y psicológica. El alma es la persona misma. Ya hemos meditado anteriormente que la educación humana, que posee múltiples y distintos momentos, tiene un triple rango filosófico, filosófico y social. No es primordial y secundariamente una capacitación para poseer habilidades que apunten a la obtención de bienes materiales. Es el proceso que por definición aspira al desarrollo pleno del hombre y la mujer, abarcando la totalidad de sus facultades y posibilidades. En consecuencia, el proceso educativo es un camino de realización, de autosuperación y desarrollo interior de rango superior. Cuando hace un tiempo se incorporaron en el lenguaje educativo expresiones como destrezas, competencias, competitividad, cliente, producto, se propendió a extraviar a los actores del proceso, del sentido inmanente que posee. Esos son conceptos extraídos del glosario neoliberal, del mundo del mercado. Las leyes del mercado, incluído el lucro, se adueñaron de este ámbito fundamental de la existencia y la productividad pasó a reemplazar el fin último de la educación, que es la plenitud humana. Cabe destacar que la feble preparación de muchos educadores (surgidos precisamente de ese naciente "nicho productivo" aprovechado por institutos y universidades, y no necesariamente privadas estas últimas), fue un ingrediente ideal para que tal "filosofía" fuera abrazada sin mayor resistencia. Se ha afirmado que el mundo actual necesita profesionales eficientes y eficaces, que respondan adecuadamente a las urgentes demandas de la economía globalizada. Los que han defendido esta postura, saben íntimamente que no basta con eso. Por tal razón en el momento de la promulgación de los planes y programas bajo el amparo de la Loce (copia de la Logse española y esta de la legislación análoga australiana, etc...), incorporaron los famosos Objetivos Transversales, que en su planteamiento sustentan las dimensiones que son esenciales a la tarea educativa: el desarrollo de armónico en relación a sí mismo, a la sociedad y a la naturaleza, con un sentido de trascendencia que no se queda en la mera recolección de los recursos para la subsistencia. Otra cosa fue la forma cómo se debían alcanzar tales objetivos, aspecto que se ha venido soslayando hasta hoy. El hecho que colegios de "alto rendimiento", donde los docentes deben trabajar "bajo presión" y los apoderados angustiarse buscando profesores externos para que sus pupilos no sean expulsados, selección arbitraria de alumnos, aranceles en escuelas y colegios, parásitos como los preuniversitarios, universidades que lucran a través de "sociedades espejo" y un largo etcétera, son efectos de tal postura, a nuestro juicio, alejada del sentido básico y central de la educación. Otro efecto más desolador lo constituye el surgimiento de contingentes de individuos con títulos de buen nivel, regulares y malos, que deambulan endeudados, buscando un lugar en el cosmos y algunos mandándose chambonada tras otra, en edificios, puentes y obras viales más construidas. Y lo peor, sin conciencia de su papel en el mundo.

domingo, 21 de agosto de 2011

Marcel Claude: "Los bancos no deben seguir en la educación pública"






A juicio del economista, el plan del Gobierno de bajar de 5,6% a 2% la tasa de interés de los créditos para educación superior es una "tontera", porque profundizará el negocio de la banca con los recursos estatales.

Sábado 20 de agosto de 2011 | por Roberto Valencia / Nación.cl
Marcel Claude: "Los bancos no deben seguir en la educación pública"

La última propuesta del Gobierno para financiar la educación mediante la disminución de la tasa de interés, de 5,6% a 2%, en los créditos destinados a la educación superior con aval del Estado empeorará la situación de endeudamiento, opina el economista Marcel Claude.

Ello, porque estima que las autoridades no han puesto hincapié en uno de los aspectos que, en su opinión, reproducen el lucro en la educación: Los bancos como intermediarios de los recursos públicos que se aportan a los estudiantes. Tajante, asegura que estas entidades deben salir del negocio que les entrega el hecho de que el Estado sea el aval en los préstamos con fines estudiantiles.

¿La rebaja de la tasa es una solución para alivianar el endeudamiento de las familias con hijos en la educación superior?

-Para nada. Si un estudiante pide un préstamo de $12 millones, con la tasa de 6% terminará pagando $17 millones, o sea son $5 millones de ganancia para la banca, lo que no es menor. Además, en términos de ingresos promedio de la familia y de los salarios de los jóvenes, cuando salen de la universidad, sigue siendo impagable. Es como se me dijeran que adeudo US$2.000 millones y que sólo debo pagar US$1.000 millones. Es una tontera, porque te dicen que en vez de llevar 2 toneladas sobre el hombro, ahora sólo tendrías 1 tonelada para cargar.

-Eso fue planteado por algunos dirigentes del movimiento estudiantil, ¿Por dónde pasa la solución entonces?

-La propuesta del Gobierno sigue siendo lo mismo. Algo que lleva a poner helado a uno, es ver la insistencia en poner más subvenciones para los colegios particulares y los bancos, porque van a incrementarse los créditos que se hacen a los estudiantes y eso es más negocio para la banca. Estructuralmente, no cambia absolutamente nada del actual modelo que existe, cuando éste es el principal problema.

-Si es así se inyectarían más recursos en los subsidios que operarían los bancos, con lo que aumentarán las promociones de créditos y, por ende, el endeudamiento.

-Claro, esto es comparable a la crisis sub prime de Estados Unidos, se está creando una burbuja. Para que la gente entienda lo que significa: Es prestarle plata a gente que no puede pagar, eso fue causa de una crisis financiera. Lo peor es que en educación esto lo está promoviendo el Estado; le prestan plata a los estudiantes porque no tiene ningún costo para el sector financiero; el banco sabe que, como existe un aval del Estado, igual se les pagará. Y piensan que ojalá no le pague el estudiante, porque el gobierno está comprando esta deuda con cargas del 40% a 50%.

Esto lo señaló el Banco Mundial en su momento…

-Sí, según un estudio, el Crédito con Aval del Estado le ha costado al gobierno más de US$2.000 millones desde el período en que entró a operar este sistema y la banca ha ganado US$500 millones a través del cobro de la tasa de interés.

-A su juicio, ¿eso explicaría que la Asociación de Bancos no se pronuncie en este debate?

-Creo que si se hace una reforma tributaria, a los bancos también hay que ponerles la proa, porque son los que han ganado mucho dinero. Cerca del 30% del PIB chileno (US$60.000 millones) es por endeudamiento con la banca y ésta tiene que empezar a colaborar con el desarrollo de Chile, bajando la tasa y pagando impuestos. El 90% de los chilenos no tiene para terminar el mes, por lo que se mantiene con los préstamos de la banca que presta la plata, pero que te revienta con los intereses.

-¿Se debe sacar a los bancos?

-Los bancos no deben seguir en la educación. El Estado, en vez de endeudar a los estudiantes, debe poner más plata como aporte basal en las instituciones universitarias.

-El gobierno estudia una eventual rebaja de la tasa máxima convencional, ¿cree que ayudaría en algo esto dentro del debate?

-Ayudaría. Esa tasa es usurera y el problema es que la Asociación de Bancos quiere subirla. Esa es una medida para enfrentar el problema del endeudamiento de los hogares en educación, pero además se deben revisar las comisiones que cobran los bancos porque son más caras que las tasas de interés.

sábado, 20 de agosto de 2011

En agosto, sacar las castañas con la mano del gato



Juan Gajardo Quintana
En nuestra sacrosanta inocencia ciudadana, trabajadores, dueñas de casa y estudiantes, pensábamos que la política activa apuntaba al servicio de la gente. Hay que reconocer, eso sí, que después de la formulación del pensamiento de Maquiavelo en su obra “El Príncipe” (siglo 16), nadie puede ser tan ingenuo como para no saber que la disputa por el poder está en el núcleo de los altercados entre las distintas facciones del escenario político. Y para prevalecer en esa lucha, los conceptos de lealtad, honradez, coherencia, justicia, verdad y otros altos valores, en realidad constituyen un obstáculo más que un estímulo para actuar. Aunque los estandartes con estas consignas ondean gallardamente, sabemos que los procedimientos para conseguir la victoria constituyen un dominio y una doctrina que se sustenta en preceptos casi siempre muy alejados de la pureza que se publica a los cuatro vientos.
Para concretar lo antes expuesto, después de leer y escuchar a conspicuos expertos y analistas, de esos que pueblan los medios de comunicación, especialmente en Internet (en la tv solo salen los días domingos y la encuesta CEP indica que son poco escuchados por la gente de a pie y, seguramente, esto influye en las contradictorias respuestas que registran estos sondeos), pues bien, después de beber en ese manantial de conocimiento, podemos presentar como uno de los mecanismos más consagrados para medrar en política, el artificio de “sacar las castañas con las manos del gato”. El presidente manda a sus ministros, que sirven de fusible en cuanto se adviene una crisis. Los ediles se ausentan y dejan que los funcionarios segundones tomen medidas impopulares. Los parlamentarios culpan a sus operadores de ineficiencia, cuando en realidad han seguido fielmente sus instrucciones. Las intendentas encomiendan a Moya el trabajo de cargar con las secuelas de embarradas y su ulterior organización de eventos de desagravio. También se han dado casos en que “funcionarios de confianza” se han valido de la posición de su jef@, para realizar arreglines con sus amiguis, que a la postre les han reportado inestimables ganancias por su “trabajo”. Pero el summum de esta táctica es la forma como se utiliza a la ley, torturándola, para que finalmente diga lo que no quiere decir, para que poderosos empresarios puedan aportar su “granito de arena” (quedándose de paso con las riquezas estratégicas) al crecimiento del país, hoy por hoy el Credo de los Apóstoles de la clase dominante, que lo reza cual letanía, con fervor digno de los monjes del Monasterio de San Millán de la Cogolla.
Tampoco los grandes hitos consagrados por nuestra historia, son ajenos a esta acreditada práctica, si no, vean cómo los lords con la flema que los caracteriza, esperaron tranquilamente que nuestros políticos pusieran la riqueza del salitre a sus pies, una vez acabada la guerra fratricida con los países vecinos. Y después que los ingleses hicieran de las suyas, vinieron los gringos, que idearon la forma de preparar las huiñas (gato silvestre chileno), para manejar el poder y el control económico de las naciones de su “patio trasero”. Fueron, nada más y nada menos, las aulas la herramienta de la que se valieron estos ingeniosos amos del norte para instalar su avanzada en los países latinoamericanos, a través de la Escuelas de las América. El objetivo era (y es aún) entrenar soldados de otras naciones para hacer el trabajo sucio del Pentágono, haciéndolas luchar en sus guerras por ellos, buscando controlar los ejércitos de América Latina y a través de ellos a la gente y los recursos.
Es este tipo de principios rectores del quehacer político lo que produce náusea a los estudiantes y a nuestro pueblo en general. Por ello, pese a tantos anuncios marqueteros y de liquidación, recomponer las confianzas se ve en un horizonte aún muy lejano.



martes, 16 de agosto de 2011

Alimañas en educación


Alimañas en educación

Juan Gajardo Quintana

Siento un gran respeto por los seres vivos grandes y pequeños. Desde el majestuoso rorcual azul que surca los mares australes, hasta la tortuosa escolopendra, cuya oscura existencia transcurre entre la humedad de los árboles muertos. Cada uno de ellos forma parte de una maravillosa e intrincada red que mantiene latente la vida en nuestro planeta. Si necesitáramos identificar un vocablo que diera cuenta del trabajo de estas criaturas, este sería la palabra eficiencia. Inconscientes de su rol, lo cumplen, sin embargo, a cabalidad y sin ningún atisbo de abandono sus deberes. Ellos mismos, individualmente, son organismos perfectamente adaptados-jamás en estado evolutivo- al medio en que se desenvuelven y constituyen engranajes perfectos en el gran sistema natural.
Esta perfección, invisible al ojo corriente, precisamente por no ser del todo observable, pasa inadvertida para el sentido común, que es el caldo de cultivo para los mitos, supersticiones y falsedades que adornan el saber de la gran masa. Esa misma mirada poco profunda que se deja impresionar por lo grande y mastodóntico, pero que desprecia la sutileza de lo pequeño, cuando es justamente en las estructuras microscópicas donde se fundamenta todo el edificio de lo existente.
Pues bien, la ingente tarea de los organismos minúsculos es la que da sustento y posibilidades al resto de los seres, los cuales dependen de ellos para subsistir.
No obstante aquello, nosotros los humanos, hemos atesorado una palabra genérica para referirnos a todas aquellas criaturas que, o bien nos son insignificantes, o no tienen valor económico o quizás nos producen miedo o repulsión. Frente a la realidad científica que demuestra que no existe organismo que no cumpla un rol dentro del ecosistema, a menos que esté en proceso de desaparecer, tal percepción constituye solo un prejuicio nacido de la desinformación o de la conveniencia.
Sin embargo, a esto hay que agregar que el ser humano, la especie más extendida sobre el planeta es, contradictoriamente, la que menos se acomoda al hábitat que invade y que, por el contrario, tiende a dañarlo, asolarlo y depredarlo hasta su destrucción. Aplicando estas ideas a la vida en sociedad, a lo que hemos llamado la ecología social, descubrimos que el concepto de "alimaña" tiene su más apropiada concreción en la figura de determinados entes específicamente humanos que ocupan determinados nichos dentro de la organización, encargándose con ahínco en propiciar consciente o inconscientemente su destrucción. Tanto el propio instinto de conservación o impulso territorial, pasando por el afán de competencia o temor de ser sobrepasado por otros individuos del clan o grupo, hacen de estos gérmenes anquilosados se constituyan en los adalides del trabajo arador de la garrapata que, junto con alimentarse, corroe y distorsiona el organismo que le da hospedaje. También estos bicharracos establecen simbiosis con otros organismos que les ayudan en su tarea degeneradora, encapsulándose para que su accionar quede a buen recaudo de posibles anticuerpos, sean estos químicos o violentamente primitivos, aunque igualmente efectivos. Todos estos quistes están siendo, lamentablemente, obviados en la arremetida higienizante de las movilizaciones ciudadanas, siendo, no obstante, agentes tan destructivos como los superorganismos que tienen al país y a la educación sumidos en su más alarmante decadencia. Ojalá que de entre los estudiantes, cuya admirable acción ha conmovido al país, surjan los exterminadores que se encarguen de dichas alimañas.

martes, 2 de agosto de 2011

La educación pública es una necesidad básica



Juan Gajardo Quintana

Es de dominio público el exceso de profesionales universitarios que ha producido el sistema en el último tempo. Todas las familias quieren tener un universitario ente sus miembros, como símbolo de éxito y progreso social. Por otra parte, quienes diseñan las políticas educacionales, presentan como un gran logro la aparición de estudiantes terciarios de primera generación, es decir, el primero de la familia que accede a la posibilidad de convertirse en profesional de nivel superior. Y, como signo de los tiempos, creándose una necesidad, un deseo o aspiración, surge un mercado, una oferta que con más o menos costos, puede satisfacer ese anhelo tantas veces postergado. El surgimiento de una multiplicidad de universidades e institutos superiores de índole privada, vino a responder esa demanda que atraviesa a todos los segmentos de la sociedad, por muy humilde que sea. Lo interesante es que si agudizamos un poco la percepción, nos daremos cuenta que la oferta fue primero que la demanda. Efectivamente, en la década de los 80, el número de universidades era muy escaso en nuestro país. Estaba la Chile, la Católica, la de Concepción, Federico Santa María, Católica de Valparaíso, Austral, del Norte y Técnica del Estado. Cada una con sus respectivas sedes (de mayor o menor calidad) diseminadas por el territorio nacional. Obviamente, por lo mismo, en proporción a la población estudiantil, la cobertura era menor. De la noche a la mañana, la mayoría de las sedes desaparecieron o se convirtieron en casas de estudios regionales y gracias a la ley promulgada para tal efecto, apareció un número importante de casas de estudios superiores por iniciativa de privados, inversionistas, empresarios y diversos holding dedicados a las más diversas actividades industriales y comerciales. Pues bien, las universidades preexistentes y las que se derivaron de ellas, fueron agrupadas en un aparato denominado Consejo de Rectores y que desembocó en el actual CRUSH, donde prevalece o debiera prevalecer el sentido de servicio público de la educación, pero que curiosamente reúne a los estudiantes mejor posicionados económica y socialmente de Chile. Por su parte, la oferta privada, con toda su carga negativa, como es por ejemplo la baja calidad de la mayoría de ellas, las draconianas condiciones de crédito para acceder a sus claustros, y el estigma del lucro encubierto que practican, curiosamente “acoge” a aquellos jóvenes menos favorecidos desde todo punto de vista. Ese es uno de los puntos que sirven de base a las movilizaciones y exigencias de los estudiantes. Y son precisamente los que podríamos considerar “privilegiados” (por pertenecer a las universidades estatales), quienes llevan la voz cantante en las protestas. Sería más comprensible que los estudiantes de entidades privadas fueran los que se sintieran más perjudicados y movidos a alzar la voz. Pero así están las cosas. La universalidad y sentido público de las universidades estatales se refleja claramente en el accionar de los jóvenes manifestantes. La educación no es solamente aprender a desempeñarse operativamente en una profesión, sino que incluye la noción de ciudadanía, compromiso social y proyecto personal en consonancia con los demás. La universidad pública pone por obra estos principios y fomenta el diálogo, la crítica inteligente, el encuentro y la integración dentro de la diversidad. No se puede decir lo mismo de aquellos proyectos educativos sesgados en lo ideológico, como consecuencia de la identificación con algún credo político, económico-social o religioso. La universidad pública, y más aún, la educación pública, es una necesidad sin la cual una nación crecerá ciega como los topos, deambulando siempre por los mismos túneles y con miedo a la luz del conocimiento, la confrontación y el diálogo. En otras palabras, con temor a encontrarnos con el otro, con nuestros semejantes.

Chilenos ricos


(enviado por Jorge Pinochet Aedo)


Un CHILENO le envía un Mail con una pregunta a otro CHILENO, que radica en los EE.UU.

¿Por qué los CHILENOS somos pobres?

Respuesta del chileno que vive en EE.UU.:


Juan, como se ve que los árboles no te dejan ver el bosque.

Cómo puedes llamarte pobre, cuando eres capaz de pagar por un litro de bencina más del triple de lo que pago yo.

Cuando te das el lujo de pagar tarifas de electricidad, de teléfono y celular un 80% más caras de lo que me cuestan a mí, pagar comisiones por servicios bancarios y tarjetas de crédito del triple de lo que aquí nos cuestan; o cuando por un AUTO que a mí me cuesta 2.000 dólares, tú puedes pagar (por el mismo) 15.000 dólares.

¿Por que tú sí puedes darte el gusto de regalarle $13.000 dólares al gobierno y nosotros no?

Juan, ¡NO TE ENTIENDO!

Nosotros somos pobres, los habitantes de Florida. Por eso el Gobierno Estatal, teniendo en cuenta nuestra precaria situación financiera, nos cobra sólo el 2% de IVA (hay otro 4% que es Federal; total = 6%) Y no 19% como a ustedes los ricos que viven en CHILE.

Además, son ustedes los que tienen 'Impuestos al Lujo' como son los impuestos por gasolina y gas, alcohol, cigarros, puros, cerveza, vinos, etc.) que alcanza hasta el 320% del valor original, y otros impuestos como: GANANCIAS (impuesto sobre las utilidades y sueldos), Impuesto sobre automóviles nuevos, IMPUESTO A LOS BIENES PERSONALES (impuesto a los bienes de las empresas), Impuesto por uso de automóvil.

Y dichoso que todavía te das el lujo de pagar IVA por estos impuestos, además de todos los trámites y pagos estatales y municipales. Porque si ustedes no fueran ricos, ¿qué sentido tendría tener unos impuestos de ese calibre?

¿POBRES?, ¿de dónde? Un país que es capaz de cobrar el IMPUESTO A LAS GANANCIAS Y A LOS BIENES PERSONALES (mediante anticipos) POR ADELANTADO como CHILE necesariamente tiene que nadar en la abundancia, porque considera que los negocios de la nación y de todos sus habitantes siempre tendrán ganancias a pesar de saqueos y asaltos, mordidas, huracanes, temblores, corrupción, saqueo fiscal y del Transantiago, Ferrocarriles, Chile Recortes e inundaciones y por supuesto de seguro que todos deben de ganar muchísimo.

Los pobres somos nosotros, los que vivimos en USA que NO pagamos Impuesto sobre la Renta si ganamos menos de $3.000 dólares al mes POR PERSONA (más o menos $ 1.500.000.- pesos chilenos).

Y allí pagan guardias privados en bancos, condominios, municipales, etc. mientras que nosotros nos conformamos con la policía pública. Allí hasta envían a los hijos a colegios privados y mira si seremos pobres aquí en EE.UU., que las escuelas públicas te prestan los libros de estudio previendo que no tienes con qué comprarlos.

A veces me asombra la riqueza de los chilenos que piden un préstamo cualquiera, y son capaces de pagar 38% anual de
intereses, como mínimo.

¡¡¡ ESO ES SER RICO!!!

No como aquí, que apenas llegamos al 8% (generalmente 7.8%), justamente porque NO estamos en condiciones de pagar más.

Supongo que, como todo rico, tienes un AUTO y que estás pagando un 8 o 10% anual de seguro; si te sirve de información,
yo pago sólo $345 dólares por año. Y como te sobra el dinero, tú si puedes efectuar pagos anuales de aproximadamente $80.000 PESOS por concepto de eso que ustedes llaman IMPUESTO AL AUTOMOTOR, mientras que acá nosotros no podemos darnos esos lujos y cuando mucho pagamos $15 dólares anuales por el STICKER sin importar qué modelo de auto manejes, pero claro, eso es para gente apretada de recursos que no puede erogar los enormes flujos que ustedes los CHILENOS manejan.

Saca la cuenta. ¿Quién es el rico, y quién el pobre?

Por último, más del 10% de la población económicamente activa en CHILE NO TRABAJA .

Aquí, en cambio, sólo hay un 4% en la misma situación. ¿No te parece que el vivir sin trabajar es un lujo que sólo los ricos se pueden dar? Vamos hermano, te quedaste en CHILE porque eres RICO. Son los pobres como yo los que nos fuimos a probar suerte a otros lados.

Me contaron también que a los funcionarios regionales, provinciales y municipales, les paga el pueblo(indirectamente, claro) un MONTON de sueldo. Sin contar coimas, etc.. Qué envidia ¡¡ESO SÍ ES VIVIR EN LA RIQUEZA !!

Bueno, Juan, te mando un abrazo y ahí luego me cuentas cómo les va con el nuevo presupuesto y las elecciones municipales de este año; lo que sí es seguro es que les aumentaran más los impuestos. Pero no te preocupes, que la inflación te los va a diluir. Pero bueno, eso es lo de menos cuando se tiene plata para pagarlos.

Atentamente,

Tu pobre amigo inmigrante.

viernes, 29 de julio de 2011

El sentido profundo de las movilizaciones



Juan Gajardo Quintana

A muchos debe sorprenderles lo que algunos “venerables defensores de la ley y el orden” califican como tozudez de los estudiantes ante las propuestas y voluntad de diálogo de parte del gobierno. Cómo puede ser que llegaran incluso a exigir la salida del ministro del ramo y que, finalmente produjeran mucho más: una modificación del gabinete. Más aún, el plan para mejorar la educación, el Gane, ofrece la posbilidad de inyectar la no despreciable suma de 4.000 millones de dólares norteamericanos, amén de propiciar una mejor fiscalización y regulación de la oferta educativa, sea pública y privada, dejando abierta la discusión en torno a la pertinencia del lucro como derecho de los dueños de establecimientos particulares, tanto colegios como universidades. Entonces, ¿cómo es que a la fecha los jóvenes se mantienen en sus tomas en lugar de allanar el camino a un consenso que finalmente ha de beneficiar al país? Para el observador no conmprometido con el devenir histórico de la nación, es posible que estos cuestionamientos resulten absolutamente normales, pero no es lo mismo para quien aprecia la panorámica que encuadra el fenómeno en cuestión. En primer término, no es solamente el ámbito educativo el que está en efervescencia. La inquietud e impaciencia es un sentimiento que atraviesa a la ciudadanía en su conjunto. Desde los estudiantes a los jubilados, pasando a las dueñas de casa, los gremios, empresarios pequeños y medianos, los sindicatos y colegios profesionales. Existen variados conflictos de escala menor que van aumentando y tienden a sostenerse, pero que no son objetos de atención por parte de la prensa. En general, los medios informan y comentan tan solo aquellos acontecimientos acerca de los cuales ya es imposible hacerse el cucho. Mal que mal informar se ha constituido en los últimos tiempos la mejor forma de desinformar. ¿Dónde se encuentra la raíz de estas masivas manifestaciones de descontento? Si el crecimiento va viento en popa, el imacec muestra guarismos inéditos y la macroeconomía exhibe índices envidiables, entonces ¿qué será lo que le pasa al pueblo chileno? Nos atrevemos a responder que está sufriendo el síndrome de la novia desengañada, la que después de paciente espera para ver en su dedo el anillo de compromiso, se queda finalmente plantada en la puerta de la iglesia. La oportunidad para el casorio, la vio el 52 % del electorado en este “quinto gobierno de derecha” (P. Longueira), sin embargo tanto la dote como la casita amueblada se quedó solamente en una hermosa e incumplida ilusión. Lo real, lo concreto, es que los resultados de la brillante gestión macroeconómica de las administraciones a partir de los años setenta, jamás se ha traducido en un verdadero gobierno para y con el pueblo (“la gente”, para los oídos púdicos), sino que abrió las puertas a los negocios de los grandes holding locales y principalmente a las transnacionales, las que día a día y mientras el resto dormimos el sueño de los justos, se van apoderando centímetro a centímetro del pedazo de patria que a cada uno nos corresponde. Y qué decir de la promesa de la excelencia, cuando todos sabemos en la mayoría de los casos, abandonó el servicio público el gran contingente de masa inútil (“la grasa”, según algunos), para ser reemplazada por el charqui, que siempre sale más caro. Y en las altas esferas se vuelve a la “antigua forma de gobernar”, vale decir, con los políticos, idos a buscar al Senado.
Los problemas de la educación no se resuelven con una cantidad de plata que parece mucha, pero que repartida en el tiempo que se ha estimado, pierde gran parte de sus efectividad. Las dificultades que viven los trabajadores subcontratados no es un conflicto estrictamente entre particulares, como quiere hacerlo creer la autoridad y la forma como las aguas, las riquezas mineras y el espacio de las ciudades se reparten entre los amigos y conocidos emprendedores, es una situación que exaspera a la mayoría que mira desde la galucha. Los conflictos de interés de fallidos ministros e intendentes no es mero azar ni casualidad.
Pues bien, la certera percepción de los jóvenes y la visión de los trabajadores y profesionales, acerca de cómo el establishment politíco, financiado por los grandes empresarios, tiene secuestrada la institucionalidad con el fin facilitar la perdurabilidad del sistema, es lo que tiene a las masas en la calle, intentando lo extraordinariamente difícil, rescatar a la patria para los ciudadanos.

jueves, 14 de julio de 2011


Educar, sacar a la luz


Sócrates, según Platón, afirmaba que tenía un daimon el cual le conminaba a que aprendiera música. El filósofo, que se consideraba a sí mismo un ignorante y que, por eso mismo, fue calificado por el oráculo como el más sabio de los mortales, desconfiaba del arte. Para él, la única actividad del hombre válida para aspirar a la verdad era la filosofía, el ejercicio de la razón, del pensamiento reflexivo, mediante el cual nos podemos acercar a la esencia de las cosas. La realidad para el hombre sabio no corresponde a las sensaciones que nos rodean, por más que estén avaladas por los sentidos y la experiencia empírica. Detrás se ellas se esconde el ser, la verdad, solo accesible mediante el uso de la razón. Por tal motivo, su actuación consistía en promover el ejercicio de esta cualidad esencialmente humana, entre los jóvenes y ciudadanos connotados de Atenas. Puso toda su competencia y habilidad como educador en hacer dudar a la gente acerca de sus convicciones, de modo que revisaran la calidad y coherencia de sus ideas, creencias y supuestos conocimientos. Utilizando su método, propugnaba primero que la persona reconociera su ignorancia para luego a través de un esfuerzo sostenido y sistemático arribara a la verdad, surgida de las propias fuentes escondidas en el sujeto. El modelo pedagógico de Sócrates, después de más de 2300 años transcurridos, aún nos tiene demasiado que enseñar. Sobre todo en estos tiempos en que hemos extraviado el sentido profundo de la educación, confundiéndola con una competencia en la que cada uno intenta sacar más puntos que el otro, con el fin de acceder a los escasos recursos aportados por el estado para hacerse de una profesión u oficio que le depare una vida cómoda y placentera.
La palabra educación tiene su raíz en el latín educere, cuyo significado básico es 'sacar a la luz', 'conducir desde el interior'. Nótese la correspondencia con la etimología del vocablo alumno, que significa llanamente 'sin luz'. El primer término contiene inmerso el sentido de buscar precisamente dentro de la persona las potencialidades que permitirán el desarrollo y el avance hacia la plenificación del ser humano, en armonía con el discurso del sabio de Atenas. Cuando abrazamos la profesión de educadores, quienes nos formamos bajo el alero de una universidad con un gran compromiso educativo, que hacía de los fundamentos filosóficos, psicológicos y sociológicos el sustrato y el marco para la ingente, importante y hermosa tarea formativa, nunca imaginamos que desembocaríamos en el marasmo actual, donde todo aquello que es consustancial para el crecimiento y plenitud humana, se ha desechado y sacrificado en los altares del exitismo, la competencia salvaje y del mercado. La educación transformada en una mercadería sujeta a los vaivenes de las cotizaciones bursátiles. ¿O no me digan Uds. que no saben que las instituciones privadas dedicadas al negocio de la educación, son objeto de transacciones, pasando de mano de un consorcio a otro, incluyendo en esos negociados las “carteras” constituidas por los alumnos y las deudas que han adquirido para poder acceder a una carrera profesional? Esta realidad adopta un cariz más grave si tiene lugar en las fases primarias del sistema educacional, es decir, prebásica, básica y media. La lógica del mercado se advierte cuando, por ejemplo, en los daems ejerce predominio el criterio administrativo-financiero sobre el técnico pedagógico. Cuando se cierran escuelas porque no son viables económicamente, cuando los profesores y directivos se trenzan en disputas por ver qué establecimiento obtiene mejores guarismos en el SIMCE o en la PSU, convencidos que no existen otros indicadores más significativos para evaluar la calidad de la educación. Cuando surgen negocios millonarios basados en esa agria disputa, como son los preuniversitarios. La educación a través de los siglos, en todas las culturas tuvo un doble papel de integración social y de formación humana y era ejercida, en su dimensión sistemática (puesto que en su aspecto espontáneo, es realizada por la sociedad en su conjunto), por los más conspicuos ciudadanos, consagrados por su sabiduría, mesura, conocimiento del alma humana y de las materias a impartir, como lo fueron grandes maestros a la manera de Sócrates. De repente, de la noche a la mañana, tanto sus propósitos y procesos formativos, cayeron en mano de un conjunto de tecnócratas que decidieron convertirla en mercadería y herramienta de segregación social.

miércoles, 29 de junio de 2011

Encuesta: afírmese el que pueda


Juan Gajardo Quintana


¿Recuerdan algunas caricaturas donde el protagonista de la viñeta aparece realizando una acción, mientras que su sombra, independiente de su dueño, cobra vida propia? En ellas, lo que hacía la sombra era lo que realmente sentía el personaje. Algo por el estilo es lo que se pudo advertir luego de conocerse los últimos resultados de la encuesta Adimark. Imposibilitada ya de sujetar y mantener las cifras, hubo de sincerarse presentando ante los despavoridos protagonistas de nuestra política la cruda y ¿preocupante? realidad. Y es aquí donde es aplicable esa reminiscencia sacada del comic con la cual iniciamos este artículo. Muchos, sobre todo del oficialismo, minimizaron el significado a través de sus declaraciones, pero en su fuero interno les tiritaba la pera. En la oposición, se conformaron con ironizar por los esfuerzos fallidos del gobierno en posicionarse ante la opinión pública, pero al mismo tiempo haciendo sordina respecto de su propio descalabro que significa tener apenas el 23 por ciento de favoritismo y un 65 de rechazo, en un electorado potencial que se distancia cada vez más de las coaliciones autoimpuestas en el espectro político chileno (la Alianza alcanzó un 32 por ciento a favor y 57 en contra). La aparentemente tranquilidad y prudencia con que fueron recibidos los resultados no se condicen con ciertas advertencias de personeros de la alianza gobernante, en el sentido de pedir modificaciones en el gabinete o modificar ciertas prácticas de trabajo de los ministros, tanto en su función oficial como en la relación con los conglomerados que apoyan al gobierno. Múltiples son las interpretaciones. Sin embargo, por una parte es difícil determinar cuáles son los aspectos que en el campo del régimen deben corregirse, habida cuenta de la conciencia de este de “estar haciendo bien las cosas”, es decir la falta de autocrítica sumada al repetitivo procedimiento de echarle constantemente la culpa de los problemas al pasado concertacionista o a denunciar la supuesta obstrucción de parte de sus adversarios. La verdad es que la totalidad de los proyectos, salvo el relacionado con el posnatal, ha sido aprobada con la concurrencia de la Concertación. Por otro lado, Sebastián Piñera ES el gobierno y resulta muy difícil que su imagen, estilo, su omnipresencia y su plus de credibilidad sufra modificación. Sus rivales, especialmente Andrade, realizaron comentarios burlescos ante la que consideraron una debacle de la puesta en escena gubernamental. Pero en vista del inmenso limbo que se genera al revisar la desconfianza manifestada por la ciudadanía hacia los referentes políticos predominantes, la oposición se apresura a plantear la necesidad de tender puentes de colaboración hacia el oficialismo, sabiendo que el hundimiento de su rival puede acarrear su propio naufragio. Además, mostraría un lado simpático que podría ser valorado como un gesto oportuno y necesario, por más que en realidad sea oportunista.
Pero seamos sinceros, el desapego de la mayoría hacia los que gobiernan o han gobernado, nace de una serie de elementos que la clase política se ha empeñado en ignorar: hay una élite política que se desentiende del pueblo, un parafernálico discurso que no tiene un correlato en la realidad, una incapacidad para escuchar la voz de muchos sectores que desean hacerse escuchar a través de los medios no tradicionales, una supina escasez de líderes verdaderos, sino aquellos impuestos por las orgánicas y que no cumplen con los estándares de calidad que espera el pueblo, la gente, o como quieran llamar a estos seres que viven, penan y mueren para darle sentido y significado a las acciones de los “señores políticos”. Ya es hora que aparezcan algunas personas, cuyos antecedentes no necesariamente pasen por haber recibido la bendición del partidismo, por lo general ratonil y pedestre de nuestro escenario local y nacional, que por lo general se contenta con aturdirnos con largas peroratas sin sentido al peor estilo de las tácticas entontecedoras de la concientización practicada por las aciagas dictaduras que han asolado nuestro mundo.

martes, 28 de junio de 2011

“Tengo la conciencia tranquila”


Juan Gajardo Quintana

Así dicen que dijo el director y ex presidente de La Polar ante la posibilidad de ser investigado a causa de las “irregularidades” descubiertas en su empresa, al establecerse que a puertas cerradas y sin preguntarle a nadie, determinaban cuánto cobrarle a los desdichados que caían en sus manos debido a haberse atrasado en el pago de las cuotas. Como prácticamente todos los chilenos nos hemos endeudado alguna vez, qué digo, decenas de veces, puesto que para poder mantenernos a la altura de los tiempos y consumiendo todo lo que no brinda el mercado, no tenemos otro remedio que aceptar los “convenientes” planes que nos ofrecen, cada cual puede contar experiencias parecidas en este sentido. Puedo atestiguar que en alguna oportunidad me rebelé en contra de las reprogramaciones que me hacía una tienda, que no es la Polar y tiene sucursal en Linares, y después de haberle pagado por lo menos dos veces el precio el producto, les advertí que hablaría con Sernac, ante esto me dejaron de cobrar, pero no sin antes meterme a Dicom. Pensé que nuestras relaciones habían sido rotas para siempre, pero hace algunos días descubrí que graciosamente me habían reabierto la cuenta sin yo pedirlo y con un monto más que aceptable. ¿Coincidencia? ¿Habrán pensado que debido a lo de La Polar, pueden haber antiguos clientes dispuestos a ponerse a corcovear? Sería interesante, realmente, que nuestros custodios, que últimamente nos han fallado, echaran una ojeada por las distintas empresas dedicadas al retail y al crédito. Puesto que todo el mundo tiene la conciencia tranquila mientras no se aclara que posee motivos suficientes para no tenerla. Es decir, es inocente mientras no se demuestra lo contrario. Lo otro que nos permite en el contexto de la sociedad mantener la conciencia tranquila, es encauzar nuestros actos dentro de lo que permite la ley. Es decir, ajustarnos a la legalidad, independientemente que nuestras acciones sean o no éticas. En este aspecto corresponde señalar que en el ámbito privado cualquiera puede hacer todo lo que la ley no le prohíba, pero en el espacio público, quien trabaja para el estado, solo puede moverse dentro de lo que está explícitamente permitido o determinado por las leyes orgánicas y reglamentos que rigen para la gestión de los entes públicos. Hay que notar bien esa diferencia para no caer en errores que luego deberán ser resueltos por la Contraloría. Tampoco es bueno que un funcionario público se acostumbre a romper cuerdas, esperando luego que la entidad mencionada repare el daño. Juntas deben marchar la eficiencia y la ética, y dejar la chacota para reuniones de amigos. Por muy legal que sea una cosa, por otra parte, puede resultar incomprensible y aparatosa. Que, por ejemplo, se arengue a los sufridos funcionarios de una municipalidad cualquiera, para que suden la camiseta y no anden lloriqueando por pago de horas extras y ese mismo arengador aparezca luego con que ha recibido jugosos estipendios por el mismo ítem, es francamente sorprendente. O bien que a sufridos profesores de unidades educativas pobres y necesitadas, se les amenace por parte de directores, cuyos méritos son tan iguales o en muchos casos menores que los de aquellos, para que no concurran a manifestar su apoyo a las legítimas exigencias relativas a la situación actual de la educación, recurriendo a su inestabilidad laboral, a contrata o acogidos a Ley Sep, o mostrándoles la espada que pende sobre sus cabezas en la forma de Evaluación Docente, constituye, sin lugar a dudas, un vil atropello a su dignidad personal y profesional. Por otra parte, adelanta el estilo de los nuevos directores que, gracias a las nuevas atribuciones anunciadas, ya se consideran parte de los “nuevos patrones” que les sacarán trote a estos obreros de la enseñanza. Y todos con la conciencia tranquila de los que duermen el sueño de los justos. Los que no gozan de esa beatitud son los jóvenes y el pueblo de Chile, cuya conciencia ante los desmesurados acontecimientos que asoman, está despertando.

lunes, 30 de mayo de 2011

Pasen a ver …el circo; hoy como ayer…el circo



Juan Gajardo Quintana

Desde siempre y para siempre, la sociedad ha sido y será amiga de protocolos, ceremonias, genuflexiones y espectáculos. Desde el simple saludo hasta la comisión de grandes empresas de la más variada estirpe, se viste de parafernalia antes de llevarse a cabo. Antes de invadir un país, un presidente se dirige a la nación; con motivo de iniciar un año de gestión, las personas e instituciones visten sus mejores galas y profieren los más escogidos ditirambos con el fin de engalanar sus actos, que a la postre terminan siendo los más cotidianos y ordinarios, tal como se puede esperar de las acciones humanas. Si no, recuerden no más cuánto despliegue de ornamentaciones, cánticos y sentidas exhortaciones al momento de despedir a los alumnos de un colegio o facultad. En ese momento se les indica el límpido cielo como único límite a sus aspiraciones. Y lo cierto que luego la realidad crasa y cruda, es que el sujeto deberá someterse a las más pedestres exigencias, por más rastreras que sean, para poder sobrevivir en la selva o maleza de la vida. Pero es que el juego rimbombante nos gusta, y mucho. Las entregas de condecoraciones establecen antología al respecto. Los diplomas, simples cartones, son apreciados como oro y ocupan por completo las paredes de las consultas médicas y gabinetes de abogados e ingenieros. Es misteriosa la sensación de seguridad y vanidad que se desprenden de esos silenciosos pliegos, aunque solo digan que fue extendido por el Cuerpo de Bomberos de Detroit o una escuelita de verano de Harvard. Y qué decir de las medallas. Como por lo general son de metal y dirigen el pensamiento inevitablemente hacia glorias militares o deportivas, son muchos los que sueñan con ellas. Es dramática, conmovedora y, por lo mismo, escenario ideal para una comedia, la ceremonia en que agregados militares de naciones amigas, intercambian sus más caras y rutilantes medallas que van de pecho en pecho, más por conveniencias políticas por motivos marciales. Más patético aún, cuando las insignes preseas llegan por razones misteriosas e inesperadas, tal así que el propio homenajeado se ve incapaz de explicar cabalmente la razón de su distinción. Pues bien, desde la solemnidad, al espectáculo y de ahí a lo circense hay solo un paso. Si no me creen, pregúntenle, si se pudiera, a los más afamados bufos, como Chaplin, Mr. Bean, Buster Keaton y Roberto Gómez Bolaños, expertos en transformar un momento de solemnidad mayor en una hilarante serie de chascarros que parece no tener fin. La política ofrece un caudal de esperpéntica etiqueta y códigos de honor que paso a paso ofrece oportunidades para payasear. Desde el candidato que anda besando veteranas en la vía pública hasta la peligrosa práctica de hacer como que se trabaja en serio, pero en realidad utilizar la constitucionalidad para dejar contento al populacho con elaborados montajes y triquiñuelas destinadas a esconder latrocinio con amparo legal. La vocera del gobierno pidió, a propósito del diferendo por las centrales de Hidroaysén, evitar un circo de declaraciones. Pero la verdad es que la función se había desarrollado con una perfomance de envergadura colosal mucho antes. Especialmente con Seremis que hacían como que eran independientes, cuando en realidad son, por lógica, mandados por el nivel central, toda vez que son funcionarios de confianza del gobierno, el que ya se había pronunciado a través de su ministro del interior en la mañana del día decisivo. Por su parte, los personeros que “decorosamente” se habían automarginado debido a sus intereses personales, dejaban a los subalternos, que funcionan bajo sus órdenes, redundo, para que “votaran en conciencia”. Además uno de ellos sufragaba dos veces. Entonces el colofón del número cómico fue la declaración que garantizaba que todo se había hecho con transparencia y de acuerdo a las leyes. Obviamente, no era necesario esconder demasiado, cuando la institucionalidad imperante, consagrada por moros y cristianos, posibilitaba este procedimiento muy alejado de lo que un individuo escrupuloso considera como ético. Y lo triste es que parece calcado con lo que está ocurriendo con nuestro Achibueno.

“Solo quiero que me ames”




Juan Gajardo Quintana

Este es el título de una obra clave dentro de la filmografía de Rainer Werner Fassbinder. El protagonista de la narración es un sujeto que hace lo indecible por conquistar el amor de su mujer, intentado hacerla olvidar su pasado, a base de regalos y mediante acciones descomunales a la vez que asombrosas. Imperceptiblemente, al escuchar y ver a la inefable Ministra Secretaria General de Gobierno en el programa “Tolerancia Cero”, lamentándose de la incomprensible reacción de las masas ante los, según ella, inéditos esfuerzos de “nuestro gobierno”(sic) por concretar medidas a favor de la gente, imperceptiblemente, digo, arribó a mi memoria el título y trama de dicho filme. Y es cierto. Cuesta entender que con todo el esfuerzo que ha desplegado la administración por establecer cercanía con el pueblo, utilizando los medios de prensa, salidas a terreno, anuncios espectaculares y proyectos de leyes, o al menos adelantos al respecto, que apuntan a reformas profundas, cuesta entender, repito, que el favor de la canalla se muestre renuente no solo en las encuestas, sino también en la vida cotidiana, en cuyo contexto se dejan entrever críticas y manifiesto descontento por la labor realizada hasta hoy. Yo creo tener la respuesta a este enigma insondable. La develación del misterio está en tres palabras mágicas: las altas esferas. No necesariamente lo que se vive y se respira en el Olimpo, es lo que los comunes mortales que arrastramos nuestro esqueleto en el pedestre suelo experimentamos. Suele suceder que los emisarios que tienen por misión poner en obra la voluntad de los dioses, no se encuentran o no se mueven de acuerdo al nivel de su alto cometido. No dan el ancho. Y esto es lo que resienten los destinatarios que añoran con angustia y lágrimas que la vida les amanezca de una vez por todas. Se puede hablar, por ejemplo, de “la más grande reforma educacional nunca vista en la historia patria”, pero ver con los ojos desorbitados cómo la educación técnico profesional se hunde entre la pobreza, la desorganización, la falta de propósitos y la explotación disfrazada de “formación dual”, con estudiantes que en cuarto medio apenas saben leer, que abusan de sus compañeros más débiles, los cuales con desesperación caen en determinaciones terribles y fatales. En el mismo contexto, docentes desesperanzados y desmotivados por la exacerbada crítica y persecución de que son objetos, otros marginados de la posibilidad de ejercer a pesar de su calificación demostrada por los instrumentos de evaluación oficiales, anhelando espacios que son ocupados por individuos sin vocación y totalmente ajenos de la tarea para la cual fueron convocados y sostenidos solo por el capricho del funcionario de turno. Situaciones similares se aprecian en el ámbito de la salud y de la administración regional y local. No son buenas señales ver el reemplazo permanente de personeros de rango intermedio o la manera como de enrocan, pasando de un puesto a otro. Por otra parte, parece que no se entiende que cualquier minucia en los niveles superiores de decisión, se multiplicará en un sinfín de casos particulares que se sentirán afectados en su piel y carne. Por último, en los muchos ámbitos de la vida en sociedad se palpa la sensación de prescindencia que embarga al ciudadano común. Vale decir, se experimenta la impresión que todo lo importante es resuelto más allá del alcance de cada uno y que hagamos lo que hagamos, el dinero, la cuna y las relaciones de poder son tan portentosos que siempre se saldrán con la suya. Ejemplos sobran. Los más recientes dicen relación con las decisiones tomadas en la industria energética, las tropelías de ciertos curas y ahora el escándalo del doctor Hopp, favorecido, sin lugar a dudas, por los enclaves activos aún existentes en relación a la Colonia Dignidad. Se clama, por lo tanto, por otro poder que contrarreste tal desmesurada maquinaria y que no puede ser otro que el Estado.
En síntesis, las buenas intenciones que doblan al viento cual catedralicias campanas, no logran calar el corazón del sufrido pueblo chileno, que escucha mejor la lluvia que cae sobre su desguarnecida cerviz.

viernes, 13 de mayo de 2011

Pasen a ver …el circo; hoy como ayer…el circo

Juan Gajardo Quintana

Desde siempre y para siempre, la sociedad ha sido y será amiga de protocolos, ceremonias, genuflexiones y espectáculos. Desde el simple saludo hasta la comisión de grandes empresas de la más variada estirpe, se viste de parafernalia antes de llevarse a cabo. Antes de invadir un país, un presidente se dirige a la nación; con motivo de iniciar un año de gestión, las personas e instituciones visten sus mejores galas y profieren los más escogidos ditirambos con el fin de engalanar sus actos, que a la postre terminan siendo los más cotidianos y ordinarios, tal como se puede esperar de las acciones humanas. Si no, recuerden no más cuánto despliegue de ornamentaciones, cánticos y sentidas exhortaciones al momento de despedir a los alumnos de un colegio o facultad. En ese momento se les indica el límpido cielo como único límite a sus aspiraciones. Y lo cierto que luego la realidad crasa y cruda, es que el sujeto deberá someterse a las más pedestres exigencias, por más rastreras que sean, para poder sobrevivir en la selva o maleza de la vida. Pero es que el juego rimbombante nos gusta, y mucho. Las entregas de condecoraciones establecen antología al respecto. Los diplomas, simples cartones, son apreciados como oro y ocupan por completo las paredes de las consultas médicas y gabinetes de abogados e ingenieros. Es misteriosa la sensación de seguridad y vanidad que se desprenden de esos silenciosos pliegos, aunque solo digan que fue extendido por el Cuerpo de Bomberos de Detroit o una escuelita de verano de Harvard. Y qué decir de las medallas. Como por lo general son de metal y dirigen el pensamiento inevitablemente hacia glorias militares o deportivas, son muchos los que sueñan con ellas. Es dramática, conmovedora y, por lo mismo, escenario ideal para una comedia, la ceremonia en que agregados militares de naciones amigas, intercambian sus más caras y rutilantes medallas que van de pecho en pecho, más por conveniencias políticas por motivos marciales. Más patético aún, cuando las insignes preseas llegan por razones misteriosas e inesperadas, tal así que el propio homenajeado se ve incapaz de explicar cabalmente la razón de su distinción. Pues bien, desde la solemnidad, al espectáculo y de ahí a lo circense hay solo un paso. Si no me creen, pregúntenle, si se pudiera, a los más afamados bufos, como Chaplin, Mr. Bean, Buster Keaton y Roberto Gómez Bolaños, expertos en transformar un momento de solemnidad mayor en una hilarante serie de chascarros que parece no tener fin. La política ofrece un caudal de esperpéntica etiqueta y códigos de honor que paso a paso ofrece oportunidades para payasear. Desde el candidato que anda besando veteranas en la vía pública hasta la peligrosa práctica de hacer como que se trabaja en serio, pero en realidad utilizar la constitucionalidad para dejar contento al populacho con elaborados montajes y triquiñuelas destinadas a esconder latrocinio con amparo legal. La vocera del gobierno pidió, a propósito del diferendo por las centrales de Hidroaysén, evitar un circo de declaraciones. Pero la verdad es que la función se había desarrollado con una perfomance de envergadura colosal mucho antes. Especialmente con Seremis que hacían como que eran independientes, cuando en realidad son, por lógica, mandados por el nivel central, toda vez que son funcionarios de confianza del gobierno, el que ya se había pronunciado a través de su ministro del interior en la mañana del día decisivo. Por su parte, los personeros que “decorosamente” se habían automarginado debido a sus intereses personales, dejaban a los subalternos, que funcionan bajo sus órdenes, redundo, para que “votaran en conciencia”. Además uno de ellos sufragaba dos veces. Entonces el colofón del número cómico fue la declaración que garantizaba que todo se había hecho con transparencia y de acuerdo a las leyes. Obviamente, no era necesario esconder demasiado, cuando la institucionalidad imperante, consagrada por moros y cristianos, posibilitaba este procedimiento muy alejado de lo que un individuo escrupuloso considera como ético. Y lo triste es que parece calcado con lo que está ocurriendo con nuestro Achibueno.

martes, 10 de mayo de 2011

La matemática no siempre nos dice la verdad: cuidado con las estadísticas



Juan Gajardo Quintana

Es un asunto fregado esto de manejar y publicar información numérica, estadística, con el fin de ilustrar a la población acerca de los avances o retrocesos de los asuntos públicos, especialmente los relativos a la marcha de la economía. Algunas razones respecto a estas dificultades se deben a la imprecisión que la ciudadanía en general tiene sobre conceptos como crecimiento, ipc, inflación, gasto público, inversión, balanza comercial, etc.. Otras complicaciones se deben papel que cada informante juega en el debate público: si pertenece al ámbito oficialista interpretará los datos de una forma diferente a como lo haría alguien de las filas de la oposición.
Tomemos por caso el concepto de crecimiento económico. No son pocos quienes en la conversación común lo asimilan a desarrollo. Sin embargo, el primer vocablo dice relación estrictamente a elementos de corte economicista, cuyo centro es el consumo. Cuando aumenta la adquisición de bienes y servicios por parte de la población, pueden ocurrir principalmente dos fenómenos: un incremento de la demanda, obligando a la industria a generar mayor cantidad de bienes y servicios y lo otro, un aumento de precios cuando la oferta no es suficiente, generándose inflación. En ambos casos suben los índices de transacciones, se dinamiza la economía y, por ende se genera crecimiento, es decir, aumenta el volumen del producto interno bruto. Pero esto no necesariamente significa desarrollo. Aún más, se puede dar el caso que el crecimiento se genere exclusivamente por el incremento de precios, lo que redunda en un incremento artificial del producto, pero que no tiene correlato con los bienes disponibles en el mercado. Por otra parte, los índices de crecimiento están sujetos al punto de referencia o comparación con el cual se contrasta. En una economía deprimida relativamente a causa, por ejemplo, de un desastre natural, pueden darse elevados índices, pero que en la práctica no significan avances substanciales. En contraste, el concepto de desarrollo involucra una serie de variables, entre las cuales concurren varias de carácter cualitativo, que tienen que ver con factores de bienestar y seguridad que experimentan los ciudadanos, producto de medidas o iniciativas tanto del estado como de la actividad privada, que apuntan a la satisfacción de una multiplicidad de aspiraciones que tocan desde lo económico a lo político, social y cultural. Administrar un estado, por lo tanto, es más que dirigir una empresa y mantenerlo con números azules en los balances. Abarca aspectos que van desde la satisfacción de las necesidades básicas, pasando por la integración social, aspiraciones culturales y educativas, políticas de esparcimiento y recreación, seguridad ciudadana, derecho a vivir en un ambiente sano y limpio, territorialidad, etc..
Otro tema de moda, en orden a publicitar exitosos indicadores, dice relación con el desempleo, o, por contraste, la creación de empleo. Se habla de logros nunca vistos desde tiempos inmemoriales. Pero vamos viendo. O definiendo, más bien. Nosotros entendemos como empleo una actividad remunerada y debidamente regulada que le permita a una persona resolver adecuadamente su problema de supervivencia, en un régimen de estabilidad y proyección a mediano y largo plazo. Lamentablemente de los chorrocientos empleos supuestamente creados, en un gran porcentaje no responden a la expectativa señalada. Los datos de la minuta de empleo que Fundación SOL publica mes a mes, luego de procesar la base de datos de la Nueva Encuesta de Empleo del INE, muestran que a pesar de que se registra una variación de los ocupados de 487 mil entre el trimestre enero-marzo 2010 y enero-marzo 2011, se entrega evidencia de que el 45% de esta cifra no están vinculados necesariamente a políticas o planes de empleo del gobierno y que no están cubiertos por los sistemas de protección clásicos del trabajo y el 74% de la variación de los ocupados asalariados corresponde a la modalidad de subcontratación, servicios transitorios y suministro de personal y enganchadores, lo cual es una señal de mayor precarización e inestabilidad en el mundo del trabajo.
Terminamos diciendo que en Chile, mayor crecimiento económico o una menor tasa de desempleo oficial, no asegura mejores condiciones de vida para todos sus habitantes.

jueves, 28 de abril de 2011

Reencuentro de una década: Primera promoción de un gran proyecto educativo




Juan Gajardo Quintana


Después de 10 años de haber egresado, se reúnen en Linares los miembros de la primera promoción del Colegio Amelia Troncoso. Estos adultos jóvenes-su edad bordea los 27 años- han querido reforzar sus vínculos entre sí, con su tierra y con las personas y hechos que contribuyeron a determinar muchos aspectos de su presente. Algunos componentes de este conjunto, iniciaron su vida estudiantil desde su más tierna infancia como parvulitos de las tías, algunas de ellas aún laborantes en esa unidad educativa. A la mayoría de ellos los conocimos en la medianía del nivel básico o ingresando en la educación media, por el 98, año que vio nacer este nivel en el emblemático establecimiento. Varios de ellos devinieron desde otras casas de estudio, buscando refugio y alero en un ambiente educativo que respetara sus singularidades y diera reparo a sus anhelos e inquietudes, no siempre comprendidos en “colegios de alto rendimiento”, así, entre comillas. Porque no es lo mismo realizar el trabajo educativo, considerando tanto las potencialidades como las limitaciones de los estudiantes, que ir selecc ionando y podando el contingente, para ir quedándose tan solo con los selectos, aquellos que responden a la idea que se tiene del “alumno modelo”, no problemático y, al menos en apariencia, acorde con el proyecto educativo autoinferido por la conveniencia y comodidad de la institución. En el Amelia Troncoso los alumnos llegaban con su bagaje, muchos ellos con sus cargas, las cuales no era necesario abandonar antes antes de cruzar el umbral, sino que con todas y cada una de sus necesidades y conflictos, los cuales paulatinamente iban siendo resueltos y canalizados, según un proceso existencial vivido y compartido por todos los integrantes de la comunidad educativa.
Estos chiquillos pertenecen a la época pre PSU, aunque pasaron por el túnel del SIMCE y debieron someterse a la nunca bien ponderada P.A.A. Y cosa rara. Ahora los vemos realizados, profesionales, disfrutando del fruto de su esfuerzo, saludables y dispuestos para rescatar el lado bueno de las cosas. Nunca se estresaron dedicándoles 25 horas al día a los “preus”, ni tampoco fueron adiestrados para responder las mediciones estándares a las cuales se le ha dedicado tanta devoción en los últimos tiempos. Sin embargo, a poco tiempo de haber ingresado a las casas de estudios superiores, impresionaron a sus maestros por su desplante, manejo conceptual y capacidad para establecer relaciones entre los diferentes ámbitos del conocimiento. Hace dos días el imponderable economista Sebastián Edwards, llamó la atención al mostrar alarma por la formación de los profesionales en los claustros universitarios actuales. No lo hacía a propósito de los lamentables resultados de los recién egresados de pedagogía, que, entre otras maravillas, demostraban un dominio del 2% en lo que respecta a habilidades básicas de lenguaje. No, él se refería en general a todos los profesionales: médicos, ingenieros, arquitectos, etc., que, según él, estaban anquilosados (detenidos en su evolución). No es aceptable, de acuerdo a este analista, la formación de un ingeniero o científico, que no sepa filosofía o un médico que desconozca la literatura. Quienes tienen la misión de cargar con la suerte del mundo hoy, deben poseer un criterio amplio y una capacidad de análisis y juicio de nivel superior. La especialización, la panacea de hace cincuenta años, hoy se ha constituido en una maldición. En el mejor de los casos, en una limitación crasa y grosera. La universidad más grande la región, otrora orgullosamente permeada por el humanismo, se convirtió de la noche a la mañana en un instituto superior politécnico y actualmente aletean débiles alas que intentan mantener la lucecilla de la comprensión de la existencia humana. Estos muchachos en los que modestamente influimos en una parte molecular, han demostrado que se puede ser feliz y exitoso sin necesidad de la esclavitud estadística y el prurito del exitismo economicista.

martes, 26 de abril de 2011

Educación: y dale con el látigo




Juan Gajardo Quintana

El verdadero aprendizaje no se produce, se crea a través de un proceso lento y armónico en el cual lo más selecto del espíritu humano participa mediante sus más diversas potencialidades. El aprendizaje, si resulta necesario compararlo con la actividad productiva, habría que decir que es un producto de la madurez, no de la presión.

Se ha vuelto muy común en los últimos tiempos solicitar el concurso de profesores que estén dispuestos a trabajar en un ambiente de presión, en un clima de alta exigencia y sujeto a logros. Es decir, la terminología aplicada en la empresa productiva, donde la alta exigencia es la doctrina fundamental, se ha hecho presente en gloria y majestad en los pasillos y aulas de las unidades educativas. Armónicamente con ello, el concepto de incentivos, premios y castigos, se ha convertido en la herramienta mediante la cual los establecimientos y los trabajadores de la educación, se verán impelidos a perseguir afanosamente los objetivos, si no quieren ser descalificados en la ardua carrera que significa actualmente la educación. Y ya comienzan a apreciarse los primeros efectos, sobre todo en esas unidades educativas que recién se vienen incorporando al mundo de la alta competencia, vale decir, los liceos de selección, sin dejar de lado aquellas escuelitas que luchan denodadamente para escapar de aquella zona tétrica donde titilan siniestros los semáforos rojos. En lo que respecta a aquellos colegios que tradicionalmente han campeado en las mediciones estándar, donde los docentes deben entregar su 24/7, la presión, el control y la exigencia es cosa establecida. Esos mismos maestros, que combinaban su quehacer entre los ámbitos particular y municipal, tenían la oportunidad de escapar a los claustros de los modestos colegios municipales, donde recuperaban fuerza, moderando su ímpetu y celo docente, en virtud de notablemente menor vigilancia aplicada a su quehacer. Pero todo ese “paraíso” hoy parece alejarse definitivamente. Existe un nuevo paradigma. Y este parece determinar que los logros y éxitos dependerían de aplicar la famosa estrategia del garrote y la zanahoria. Es sumamente extraordinario pensar que siglos y ríos de tinta escurridos en formular teorías educativas de la más diversa ralea, hayan desembocado en esta conclusión, es decir, que para generar aprendizajes de calidad, es menester hacerle la vida imposible a los educadores y agobiar a los estudiantes. Los resultados prácticos no se están haciendo esperar: profesores estresados, que sienten que la espada de Damocles se cierne sobre su cansada cerviz; el fantasma del 5% discrecional a manos del director, los hace trotar o correr como alma que viese al maligno; estudiantes que ya acusan signos de agobio y que se desmayan en la sala y deben ser trasladados de urgencia a la unidad médica más cercana; organizaciones estudiantiles (en el liceo y la universidad) que se levantan en pie de guerra para oponerse a los cambios en las reglas del juego, sintiéndose pasados a llevar en sus derechos y dignidad (si para nosotros, los veteranos, tener ocho pruebas en una semana, reemplazar un examen por otro tipo de instrumento o limitar la celebración de un aniversario, no son cosas importantes, entonces “póngase usted un vestido viejo y de reojo en el espejo, haga marcha atrás…”). Nuestra preparación como educadores no es para imponer criterios y buscar nuestra autoafirmación, sino para entender la mentalidad de los niños y jóvenes, ofreciéndoles instancias de formación, las que no solo se encuentran entre las paredes de las salas o en las páginas de los libros. Sin embargo todo esto tiene una explicación. Se ha confundido educación con adiestramiento y la actividad educativa con el quehacer productivo. Lo único válido en la actualidad son los índices que arrojan los instrumentos de medición consagrados por la tecnología y el imperioso afán de estar a la altura de los países de la OCDE.
Pensamos que todos aquellos colegios que tienen talleres u horas destinadas exclusivamente para preparar el Simce o la Psu, deberían ser sancionados por fraude. El éxito en esas mediciones debería ser el producto de un trabajo honrado y acucioso basado en los programas oficiales del Ministerio de Educación. Si no, para qué existen, sería una farsa. Entiendo que la orientación ahora sería minimizar la presencia de estos talleres. Ahora, TODO el quehacer curricular es una enorme y hegemónica preparación para la temida medición. En un colegio del norte, un grupo de excelentes alumnos se rebeló contra el simcismo, exigiendo el trato in extenso de los programas, especialmente en matemática, dejado de lado por el adiestramiento al cual estaban sometidos. Y triunfaron.