miércoles, 29 de junio de 2011

Encuesta: afírmese el que pueda


Juan Gajardo Quintana


¿Recuerdan algunas caricaturas donde el protagonista de la viñeta aparece realizando una acción, mientras que su sombra, independiente de su dueño, cobra vida propia? En ellas, lo que hacía la sombra era lo que realmente sentía el personaje. Algo por el estilo es lo que se pudo advertir luego de conocerse los últimos resultados de la encuesta Adimark. Imposibilitada ya de sujetar y mantener las cifras, hubo de sincerarse presentando ante los despavoridos protagonistas de nuestra política la cruda y ¿preocupante? realidad. Y es aquí donde es aplicable esa reminiscencia sacada del comic con la cual iniciamos este artículo. Muchos, sobre todo del oficialismo, minimizaron el significado a través de sus declaraciones, pero en su fuero interno les tiritaba la pera. En la oposición, se conformaron con ironizar por los esfuerzos fallidos del gobierno en posicionarse ante la opinión pública, pero al mismo tiempo haciendo sordina respecto de su propio descalabro que significa tener apenas el 23 por ciento de favoritismo y un 65 de rechazo, en un electorado potencial que se distancia cada vez más de las coaliciones autoimpuestas en el espectro político chileno (la Alianza alcanzó un 32 por ciento a favor y 57 en contra). La aparentemente tranquilidad y prudencia con que fueron recibidos los resultados no se condicen con ciertas advertencias de personeros de la alianza gobernante, en el sentido de pedir modificaciones en el gabinete o modificar ciertas prácticas de trabajo de los ministros, tanto en su función oficial como en la relación con los conglomerados que apoyan al gobierno. Múltiples son las interpretaciones. Sin embargo, por una parte es difícil determinar cuáles son los aspectos que en el campo del régimen deben corregirse, habida cuenta de la conciencia de este de “estar haciendo bien las cosas”, es decir la falta de autocrítica sumada al repetitivo procedimiento de echarle constantemente la culpa de los problemas al pasado concertacionista o a denunciar la supuesta obstrucción de parte de sus adversarios. La verdad es que la totalidad de los proyectos, salvo el relacionado con el posnatal, ha sido aprobada con la concurrencia de la Concertación. Por otro lado, Sebastián Piñera ES el gobierno y resulta muy difícil que su imagen, estilo, su omnipresencia y su plus de credibilidad sufra modificación. Sus rivales, especialmente Andrade, realizaron comentarios burlescos ante la que consideraron una debacle de la puesta en escena gubernamental. Pero en vista del inmenso limbo que se genera al revisar la desconfianza manifestada por la ciudadanía hacia los referentes políticos predominantes, la oposición se apresura a plantear la necesidad de tender puentes de colaboración hacia el oficialismo, sabiendo que el hundimiento de su rival puede acarrear su propio naufragio. Además, mostraría un lado simpático que podría ser valorado como un gesto oportuno y necesario, por más que en realidad sea oportunista.
Pero seamos sinceros, el desapego de la mayoría hacia los que gobiernan o han gobernado, nace de una serie de elementos que la clase política se ha empeñado en ignorar: hay una élite política que se desentiende del pueblo, un parafernálico discurso que no tiene un correlato en la realidad, una incapacidad para escuchar la voz de muchos sectores que desean hacerse escuchar a través de los medios no tradicionales, una supina escasez de líderes verdaderos, sino aquellos impuestos por las orgánicas y que no cumplen con los estándares de calidad que espera el pueblo, la gente, o como quieran llamar a estos seres que viven, penan y mueren para darle sentido y significado a las acciones de los “señores políticos”. Ya es hora que aparezcan algunas personas, cuyos antecedentes no necesariamente pasen por haber recibido la bendición del partidismo, por lo general ratonil y pedestre de nuestro escenario local y nacional, que por lo general se contenta con aturdirnos con largas peroratas sin sentido al peor estilo de las tácticas entontecedoras de la concientización practicada por las aciagas dictaduras que han asolado nuestro mundo.

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