miércoles, 27 de octubre de 2010

Bulimia Antiecológica II: Nuestra complicidad

Para tener una real preocupación por nuestro entorno ecológico (que no es solamente la naturaleza, sino que todo ambiente en que habitemos, incluyendo la ciudad, el barrio y la casa) es necesario adquirir la capacidad para entender las implicancias y conexiones que existen entre nuestras conductas de vida y los cambios a nuestro alrededor. Y, digámoslo, en una sociedad donde la mayoría no sabe leer, esta es una habilidad difícil de conseguir. Junto con el desarrollo psíquicol, se requiere madurez intelectual y social. Díganme ustedes si estas capacidades son tomadas en cuenta por nuestro sistema educacional. Está más presentes en las preocupaciones de nuestros guías y expertos la necesidad de solucionar rápidamente ecuaciones y de adquirir competencias “productivas” que la de un desarrollo integral. De ahí que iniciativas como la defensa del Río Achibueno, por ejemplo, tienen un impacto real de tono menor en la sociedad. Porque está todo resuelto de antemano. Importa más la creación de necesidades y la búsqueda de la satisfacción que se traduce en inversiones y ganancias para las empresas de vanguardia. Mientras los “beneficiarios” observan, no impasibles, sino expectantes, a ver cuánto puede chorrear hasta sus manos. Esto es armónico con el escaso compromiso político que impera en nuestros tiempos y los votos cruzados que se manifiestan en los comicios: “Importa más la persona que el signo partidista”, ese es el slogan. Lo que traducido es: “Veamos cuánto podemos conseguir de éste, después de haberle sacado lo que pudimos al anterior”. Las oscilaciones del electorado, cual péndulo de reloj antiguo, así lo estarían demostrando. Y en el plano de las decisiones empresariales, tampoco importa quién, cuándo y cómo, pues qué influencia podemos tener nosotros, los pequeños y eternamente marginados. Lo único que podemos (y deseamos) es ver qué migajas podemos recoger del festín de los poderosos. Entonces, no se sorprenda, amigo, si en la manifestación del miércoles, solo marchaban 60 personas, la mayoría jóvenes sin responsabilidades familiares. Para una población que le es indiferente que en las céntricas cuadras de calle Maipú prácticamente no queden árboles, pero sí aceras repletas de muebles, carteras e improvisadas cortinas de plástico que reemplazan el verde follaje, le es lejana la preocupación por un paisaje que solo cobra importancia una vez al año en la estación veraniega. Por más que las más altas autoridades de la comuna se la hayan jugado por salvarlo. Lamentablemente, parece que el sentir de los ciudadanos es que le resuelvan los problemas que se asoman en las puertas de su casa, pero no más allá. Pensar en una distancia mayor, implica un esfuerzo mental que no está dispuesto a realizar. La misma distancia que lo separa del tacho de basura que se instala para que la señora o el pequeño no arroje los envoltorios a la berma. Demasiado lejos, a todas luces. Los grandes inversionistas se hacen asesorar por expertos del más alto nivel. Y estos gurúes saben que el ciudadano de a pie tiene una inquietud muy cercana a cero respecto de los temas planetarios y de supervivencia del mismo. Ensuciar el entorno, destruir especies animales o vegetales, contaminar el ambiente con ruidos, adefesios visuales, desechos, etc., es parte de su conducta atávica. ¿Que existen especies endémicas en el sector del Cajón del Achibueno? ¿Y quiénes son, para empezar, los que más han intervenido en la desaparición de esas especies?
Por otra parte, ¿Dónde están los padres y educadores para influir en la conducta de los futuros ciudadanos? Cómodamente han renunciado a su responsabilidad. Por el contrario, los países desarrollados castigan duramente a quienes desarrollan esas conductas. Las desgracias que acontecen periódicamente en relación con la naturaleza, perpetradas en forma directa por empresarios para quienes el escrúpulo es un concepto anodino, tiene su correlato y complicidad en los ciudadanos que con su habitual comportamiento depredatorio apoyan concretamente esa actitud indolente. Partamos, entonces, por formar ciudadanos con una real conciencia ecológica. Parece que los Objetivos Transversales (asumir responsabilidades, lograr una integración y aporte a la sociedad, tener una capacidad de juicio y de reflexión, conservar lo propio, lo cultural en un mundo cada día más globalizado, adquirir un compromiso con la ciudadanía y la democracia, cultivar la interioridad en un mundo cada día más consumista y de estímulos externos) solo fue un concepto copiado de programas de estudios extranjeros, de países donde existe una real disposición hacia ellos. En las sesudas planificaciones de nuestros maestros locales, esas que se sacan un 7.0, aparecen maravillosamente anotados en el casillero respectivo, y después nunca más salen a la vista, quizás por lo complicado que es operacionalizarlos o bien porque importan más los índices de competencia alcanzados en las famosas mediciones estándar.
Lo que queda claro es que nunca podremos asumir tareas de orden superior, como lo es el desafío de cuidar la naturaleza y nuestro hábitat inmediato, si no existe en la mayoría de las personas un desarrollo personal acorde con nuestra naturaleza de seres racionales y trascendentes.

domingo, 24 de octubre de 2010

Las musas deambulan huachas

En los tiempos en que vivimos, a muchos les parece absurdo preocuparse de las sofisticaciones del arte y la especulación filosófica. El foco de atención se centra más bien en las necesidades inmediatas de las grandes masas sumadas a la sociedad de consumo como asimismo de la dirección que toma la voluntad de esos conglomerados cuando sus necesidades no se ven satisfechas. En otras palabras, el eje económico y político es el gran motor de las grandes ansiedades y esperanzas del hombre actual. Comemos, actuamos y dormimos en la placidez o en la pesadilla de las vicisitudes que suponen el pan que habremos de comer, en los trapos que nos han de cubrir y en el poder que decidirá por nosotros la marcha de la sociedad. Esto, hablando en los términos del ciudadano de a pie. Porque al subir la pirámide social, siendo las preocupaciones las mismas, la perspectiva obviamente cambia. En las altas esferas no es el pan el que quita el sueño, porque es un asunto ya resuelto por las generaciones anteriores. Acá se trata de decidir cómo mantener las hectáreas de poder asignado en tiempos pretéritos y la manera de consolidarlo o en lo posible aumentarlo por medio de dos elementos principalmente: la red de relaciones sociales y la capacidad económica, ambos aspectos que desembocan y se resumen en una palabra: poder. Cualquier ciudadano que haya superado el cuarto de siglo sobre esta tierra sabe que ha desembarcado en un mundo ya fue repartido y que se le presenta bastante ancho y ajeno, pese a las promesas que el sistema económico actual le desliza frente a sus narices. No obstante, tenemos, en general, la sensación, posiblemente equivocada, que aún podemos asistir a la repartija y para ello, además de un poco de suerte, nos puede ayudar un educación adecuada, los contactos acertados y un poco de audacia y desenfado hacia los temas humanos, que generalmente constituyen un estorbo para nuestras pretensiones de éxito a toda costa.
Por estas razones, es decir, cuando toda la energía vital se encuentra concentrada en buscar la manera de obtener los beneficios de la sociedad de consumo, me resulta complicado determinar el papel que le cabe al intelecto y sus máximas manifestaciones en este escenario.
Por ejemplo, ¿qué hace la literatura en el programa educacional de Lenguaje? Artes Plásticas derivó, por lo menos en el planteamiento, en Artes Visuales, un especie de artes aplicadas a la publicidad, al diseño y, en el peor de los casos, a la artesanía. Pero la literatura sigue paseándose con paso de gran dama entre alumnos que la ignoran y que, peor, no la comprenden y docentes que se limitan a plantear sus más áridas teorizaciones sumadas a lecturas obligatorias que los estudiantes reemplazan con resúmenes bajados de Internet. Actualmente, a esta diva de la creación humana se le ha asignado el papel de adiestradora de lectoescritura y de desagradable gendarme en pruebas de admisión a las más disímiles instituciones. Me pregunto, ¿Un profesional o un hombre de armas será más competente o efectivo si manifiesta conocimiento en relación a las metáforas, hipérboles y sinestesias? En todo caso, para quienes enseñamos estos contenidos, (mi padre, nacido un 24 de agosto, siendo un hombre muy natural y franco, gozaba con la palabra poética y, posiblemente sea la razón por la que su hijo siguió este camino), estas materias que la gente supone nos generan elevados goces estéticos, constituyen un baluarte y un estrado que nos posibilita subsistir y justificar nuestra existencia. Esa misma razón nos sumerge a menudo en la zozobra y el abismo de poder entender el papel que juega en la formación de nuestros jóvenes dirigidos. Digamos algo: las competencias que se espera que los alumnos desarrollen en el subsector de Lenguaje, comprensión de lectura, vocabulario, habilidades de redacción, etc., tienden a embrollarse cuando el alumno se enfrenta a los vericuetos de unos textos que no se escribieron precisamente para que el sujeto practique con ellos como si fueran mancuernas u otros aparatos de refuerzo muscular. La literatura, la que la sociedad culta considera superior, juega con el lector, intenta seducirlo, sorprenderlo, desconcertarlo e incluso extraviarlo por los pasadizos muchas veces intrincados de los mundos ficticios que ella crea. Eso es todo lo contrario de lo que busca la instrucción actual, que aspira a un sujeto simple, rectilíneo y eficiente, apto para responder a estímulos inmediatos y perfectamente clasificables.
Parece más correcto pensar que la presencia del arte literario en los planes de estudios, responde a una nostalgia por aquel hombre universal del Renacimiento o el sujeto que aspiraba lo absoluto, propio del Romanticismo. Lo otro que puede ser, es que comprendamos, algunos, que el ser humano no puede vivir sin poesía, es decir sin fantasía y que seguimos dispuestos a encontrar Jauja detrás de toda la crudeza del mundo real y de sus exigencias perentorias, lo cual nos obliga a replantearnos el trabajo docente que gira en torno a esta manifestación del espíritu humano. Dejemos de confundir el goce literario, la ampliación de los horizontes de la comprensión de la vida, el planteamiento de perspectivas inéditas en torno a la existencia, con las necesidades de la sociedad productiva, que se satisface con la apropiación cabal de un manual de instrucciones o de una receta de cocina, ámbitos de realización que, por lo demás, también pueden ser bendecidos con un poco de poesía. Soy partidario, entonces, de dejar de soslayar la actuación del mundo estético, específicamente, de la literatura, en la formación de los ciudadanos y dirigir, por ejemplo, todos esos recursos que van a caer en manos de mercaderes del arte, hacia el trabajo educativo en los subsectores afines con el fin de generar verdaderas vanguardias artísticas en los colegios y escuelas de Chile. Pero invoco el espíritu original que motivó a todos nuestros docentes a estudiar Artes, Música o Literatura, para que se impregnen de nuevo de ese impulso y lo contagien a su alrededor, a los científicos que languidecen entre teoremas y cálculos infinitesimales y a los técnicos que ven como su quehacer se debate en una rutina que los va minando por dentro. Profesores de arte y literatura: tenéis una misión, reencontrar la sirena olvidada.

lunes, 18 de octubre de 2010

Bulimia antiecológica

Chile es el segundo país de América Latina con peor huella ecológica. Se entiende por tal el nivel de consumo de recursos naturales por habitantes medido en hectáreas. El nuestro es de 3,3 hectáreas por habitantes al año. A pesar de que países como EE.UU. tienen una huella ecológica de 6,9, de todos modos es igualmente preocupante por las implicaciones futuras a mediano plazo. ¿Significa este concepto que todos los habitantes de Chile o del país que sea, están gastando, disfrutando, según la lógica consumista, o se están beneficiando de este desgaste de la naturaleza? Es obvio que no. A nivel mundial las hordas de hambrientos llenan naciones completas y a nivel de países la distribución de los ingresos y niveles de bienestar son absolutamente inequitativas. No obstante, los privilegiados que consumen la torta, se engullen nada menos que 1 planeta tierra y medio para satisfacer sus crecientes demandas. ¿Por qué este afán indefinido por alcanzar mayores niveles de satisfacción? Existe una compulsión por acrecentar día a día los lujos y comodidades, sin una razón de fondo. La dama se aburre rápidamente de repetir los diez escasos pares de botas de la última colección de temporada y decide reemplazarlas por lo que la publicidad le indica como imprescindible. El caballero requiere perentoriamente, como profesional de vanguardia, adquirir el modelo de automóvil del año, aprovechando las tentadoras ofertas del mercado. Mientras tanto, los niveles de polución ascienden a las nubes y la autoridad pública se desgasta en campañas y programas contra la contaminación. Hemos llegado inexorablemente a una sociedad que ha hecho del consumo su razón de vida. Desde la más tierna infancia, se le inyecta al individuo la necesidad de estar permanentemente adquiriendo bienes, incluyendo los que no precisa. Porque la industria del consumo está tan bien diseñada que uno no se da cuenta que lo que está comprando no es lo que necesita, sino lo que le dicen que necesita. Se afirma que actualmente podemos vivir de acuerdo a los más altos estándares que prevalecían en los años 50, con la mitad del esfuerzo. Sin embargo, la tónica hoy en día es trabajar el doble o el triple para conseguir más del doble o el triple de lo que necesitamos realmente. Tal situación algunos lo interpretan como el justo premio a su esfuerzo y capacidad, otros como la bendición del Señor. Ni lo uno ni lo otro. Porque todo esto conlleva un sacrificio que en circunstancias ideales nadie estaría dispuesto a pagar: cansancio, estrés, desarticulación familiar, depresión, ansiedad y finalmente la sensación que hay que trabajar más y más aún. Y cuál es el mensaje en el sistema educativo: estudia, estudia y estudia: en el colegio, en el “preu”, en tu casa, los domingos y festivos. ¿Y la respuesta de los jóvenes? Unos se entregan en cuerpo y alma a esta carrera febril hacia el éxito, otros reaccionan y buscan el camino más fácil para llegar al mismo objetivo, o sucumben en este ardor por enrielarse en la lógica consumista. Es difícil, obviamente, sustraerse a este despeñadero existencial, puesto que la alternativa posible exige reescribir nuestro discurso de vida, reprogramarnos mediante el uso y aplicación de códigos diferentes a los establecidos, los que finalmente diseñarán una perspectiva nueva . El entorno que debiera surgir, según esta nueva interpretación, estará formado por nociones muy diferentes a las que predominan en el ámbito de la sociedad de consumo, de carácter moral, espiritual y cultural. Actualmente, uno puede adquirir lo que sea, mediante el ejercicio de la transacción, desde un par de guantes a una filosofía o una religión. Pero la recomposición de nuestros propósitos y prioridades vitales, no se compran en la farmacia.

martes, 12 de octubre de 2010

Un joven poeta


Cada cierto tiempo surge un joven con una sensibilidad que le permite distinguir lo que son los desahogos personales con la verdadera manifestación poética. Gracias a esta capacidad distintiva, la expresión pasa de ser subjetiva y evoluciona a valores estéticos que reflejan el drama del hombre y su existencia. En las letras, por lo general, al igual que en la música, los dotes se manifiestan tempranamente y así, no es extraño apreciar obras juveniles que son de calidad superior, como en el caso de Neruda y el antonomásico ejemplo de Rimbaud, el prototipo del artista adolescente.
Linares, enclavada en una zona sindicada como productora de poetas de calidad, nos brinda la posibilidad de asistir a la eclosión de versos surgidos de un poeta en ciernes, al cual es recomendable prestar atención, estimular y difundir, en virtud de sus notorios y lúcidos atisbos, ahora que se están revelando. Lo contrario sería, como suele verificarse en esta querida villa, rendir homenajes postreros, cuando ya el agasajado se ha cansado de recibir honores en otras latitudes.
El poeta joven al cual hacemos alusión es Nicolás Mellado Rodríguez, de 17 años, actual alumno de cuarto año medio del Liceo Valentín Letelier. Su constancia por las letras data de sus más cortos años y, con el fiel apoyo de su madre y de sus amigos más cercanos, ha mantenido encendida la llama inspiradora, de modo que podemos ya degustar variadas sugestiones propias de un universo creativo, que se expande con un decidido afán de despegue.
Hay en la poesía de Mellado la inexorable interrogante de todo poeta frente al sentido de la existencia, la sorpresa del descubrimiento y el significado de la relación del yo con el mundo inmediato. He aquí algunos versos, donde ya aparecen algunas expresiones audaces:
¿Por qué la vida no tiene un manual de instrucciones?
Más de lo malo, montones de lo injusto son la introducción a este canto.
Pero yo saltaría a los edificios de arena bendita
Convertido en algo perfecto
Y por los ascensores pasarían gatos y serpientes púrpuras. (“Sonrisas eternas”)

Por otra parte, la pluma de Nicolás juega en el diálogo con otras formas artísticas con sugerencias cromáticas, lumínicas, como también musicales y sinestésicas, con las cuales logra contrastes expresivos importantes:

Hambrienta la sombra
escucha una canción jazz,
Un golpe
en su puerta,
en su amor
de intocable necesidad abatida,
Un encuentro
de amantes en la tarde,
brota como la mueca hecha recuerdo.(Canción Jazz)


Desde el punto de vista temático, fiel a las figuras contrastantes en lo estilístico, el poeta fija su mirada en las contradicciones de la vida, en la falsedad de las apariencias y en el deseo de que algo acontezca, o sea provocado, que desnude las sombras engañosas de la realidad. Las motivaciones del hablante reflejan la extrañeza y el perpetuo asombro, al sorprender la supuesta verdad escondida en los aparatos engañosos que lo rodean o bien crudamente manifestada en los seres más puros o abyectos:
Viene un fugaz vuelo a chocar contra los hombres
Vuela sus techos, amantes y deseos
Como disentíos fantasmas de grandes poetas
Suben por la falda de colegialas
Con piernas de murallas
Y por las corbatas de los profesores
Con caras de perros moribundos. (Tormenta de las 12)

Nicolás Mellado tiene bastante más producción, pero lo expuesto acá sirve para tener una idea de su aptitud evidente. Hay una reciente composición titulada “Octubre”, de la cual seleccionamos los siguientes versos:
Ya nadie quiere mirar el sol y perder los ojos
Ni menos lanzar llamas con los brazos.
Sugiero a los profesores de Lenguaje que presten atención a este novel poeta y lo incluyan en
sus discusiones literarias y capaz que en algunos lustros se alegren de ello.

Finalizamos con un fragmento aún sin título:

La luna tiene el corazón roto,
Una boca blanca deja salir polvo abierto entre cuatro dientes
La luna tiene el cabello entre sus piernas,
Una flor seca brotando al revés crece en su vientre
La luna tiene el peso del cielo en sus hombros.
Ha caminado conmigo enferma hasta el día de su muerte

domingo, 3 de octubre de 2010

¿Seré yo, Maestro?

Profes en plena campaña electoral. Se verifica un entusiasmo que habíamos olvidado en parte. Visitas a los colegios para que todos estén en antecedente respecto a las alternativas existentes. No ha habido ningún candidato que haya ofrecido un asado para el Día del Profesor, aspecto que se echa de menos, siendo este un gremio particularmente inclinado a la proteína animal, más que a los hidratos de carbono que aportan las tortas o brazos de reina. Aunque hay excepciones, como hemos podido constatar más de una vez.
Las masas están agitadas, pero no tanto, es decir, no es tan evidente. Pareciera que la procesión es más bien subterránea, puesto que la prudencia aconseja mostrar moderación. No están los tiempos para exhibir fervor revolucionario, a menos que este nazca de los estudiantes, jóvenes a los cuales se les perdona todo, habiendo una cámara o un reportero cerca (o un celular), pero que en la cotidianeidad, por lo general, su voz no vale nada. El hecho concreto es que los candidatos, que son la voz de los que quieren hacerse escuchar pero no pueden, en sus discursos y panfletos de papel couché, los menos, y fotocopiados, los más, manifiestan preocupación, incertidumbre y desconfianza respecto del futuro inmediato que se cierne sobre el gremio. En una palabra, se percibe temor. El sentimiento tradicional de los docentes a través de la historia patria, fue siempre la inconformidad. En relación a su sueldo, a su rol social, a la forma como se desarrolla el proceso educativo, a sus niveles de participación en la toma de decisiones respecto al fenómeno mismo, etc., sin embargo, ahora todo eso es percibido como un lujo que queda suspendido ante la realidad que, según los folletos de campaña, se avecina. La urgencia actual no es defender la dignidad de estos profesionales, a los cuales la sociedad, en teoría, ha investido de los más solemnes laureles y en cuya mano está el porvenir de las próximas generaciones. Por otra parte, tal ejercicio, la defensa de la dignidad, solo ha tenido sentido en el contexto de la educación pública, puesto que el profesor que ha elegido realizarse en el ámbito privado, ha decidido olvidarse del significado de tal palabreja, con tal de asegurar el estatus envidiable de docente de colegio top, aunque esto le signifique tener que cosechar choclos en verano, caminar de rodillas entre la sala de profesores y la capilla o estar permanentemente saliendo en reversa de la oficina del sostenedor. El caso es que este ejercicio democrático de elegir a los representantes del sector “más vapuleado de Chile”, como estos profesionales aman autodesignarse, ha puesto en evidencia la zozobra que significa enfrentarse mano a mano con las leyes del mercado. Porque, según el análisis de prácticamente la totalidad de los postulantes a los cuales hemos tenido la dispensa de escuchar o leer, privilegios (‘leyes privadas’) como el Estatuto Docente, y todas las regalías que conlleva, están en vía de desaparecer, exponiendo al sufrido profesor a una suerte de naufragio laboral contra el cual viene luchando desde tiempos inmemoriales. En consecuencia, la misión de de estos candidatos (del latín candidus: ‘blanco”, ‘radiante’, ‘limpio’), en caso de ser favorecidos por la confianza del electorado, es trabajar, ya no por la adquisición de nuevas conquistas, sino por la preservación de las actuales o, gatopardianamente, su reemplazo por otras equivalentes. Es fama que elementos como el cuerpo legal citado, han sido causantes del deterioro de la calidad docente. Se ha señalado que el paraguas del célebre estatuto ha protegido a los maestros del necesario acicate para mejorar cada día su gestión pedagógica y, por lo tanto, es imprescindible desahuciarlo si se quiere arribar a un nivel superior de servicio educativo. Y qué mejor que la competencia y el mercado para lograr este loable propósito. Bueno, bonito y barato. Tal es el ideal de todo empresario, y de todo consumidor. Es lo que se vislumbra para el futuro cercano. Un profesor con experiencia, puede ser bueno, pero ni bonito ni barato. Más aún, un docente plagado de perfeccionamientos, es como un leproso purulento para un empresario de la educación. La conclusión es obvia: optemos por lo bonito y barato, a pesar que no sea bueno. Lo demás es merchandising : becas para estudiar pedagogías, dignificación de la labor docente, erección de colegios de excelencia, etc.. Se percibe la desconfianza, se palpa y se corta en el aire. ¿Somos un gremio conflictivo? La respuesta, al menos para mí, es afirmativa. Pero el conflicto principal es interno, por no decir íntimo. Partiendo del sentimiento de estar posado sobre un pedestal de madera y de la ironía con que nos miramos y nos observa la sociedad. El sentimiento de ser intelectuales a medio camino y la desesperación de legar a nuestros hijos un porvenir que no sea el nuestro. El alma del profesor no la conoce nadie, ni siquiera él mismo.