martes, 28 de junio de 2011

“Tengo la conciencia tranquila”


Juan Gajardo Quintana

Así dicen que dijo el director y ex presidente de La Polar ante la posibilidad de ser investigado a causa de las “irregularidades” descubiertas en su empresa, al establecerse que a puertas cerradas y sin preguntarle a nadie, determinaban cuánto cobrarle a los desdichados que caían en sus manos debido a haberse atrasado en el pago de las cuotas. Como prácticamente todos los chilenos nos hemos endeudado alguna vez, qué digo, decenas de veces, puesto que para poder mantenernos a la altura de los tiempos y consumiendo todo lo que no brinda el mercado, no tenemos otro remedio que aceptar los “convenientes” planes que nos ofrecen, cada cual puede contar experiencias parecidas en este sentido. Puedo atestiguar que en alguna oportunidad me rebelé en contra de las reprogramaciones que me hacía una tienda, que no es la Polar y tiene sucursal en Linares, y después de haberle pagado por lo menos dos veces el precio el producto, les advertí que hablaría con Sernac, ante esto me dejaron de cobrar, pero no sin antes meterme a Dicom. Pensé que nuestras relaciones habían sido rotas para siempre, pero hace algunos días descubrí que graciosamente me habían reabierto la cuenta sin yo pedirlo y con un monto más que aceptable. ¿Coincidencia? ¿Habrán pensado que debido a lo de La Polar, pueden haber antiguos clientes dispuestos a ponerse a corcovear? Sería interesante, realmente, que nuestros custodios, que últimamente nos han fallado, echaran una ojeada por las distintas empresas dedicadas al retail y al crédito. Puesto que todo el mundo tiene la conciencia tranquila mientras no se aclara que posee motivos suficientes para no tenerla. Es decir, es inocente mientras no se demuestra lo contrario. Lo otro que nos permite en el contexto de la sociedad mantener la conciencia tranquila, es encauzar nuestros actos dentro de lo que permite la ley. Es decir, ajustarnos a la legalidad, independientemente que nuestras acciones sean o no éticas. En este aspecto corresponde señalar que en el ámbito privado cualquiera puede hacer todo lo que la ley no le prohíba, pero en el espacio público, quien trabaja para el estado, solo puede moverse dentro de lo que está explícitamente permitido o determinado por las leyes orgánicas y reglamentos que rigen para la gestión de los entes públicos. Hay que notar bien esa diferencia para no caer en errores que luego deberán ser resueltos por la Contraloría. Tampoco es bueno que un funcionario público se acostumbre a romper cuerdas, esperando luego que la entidad mencionada repare el daño. Juntas deben marchar la eficiencia y la ética, y dejar la chacota para reuniones de amigos. Por muy legal que sea una cosa, por otra parte, puede resultar incomprensible y aparatosa. Que, por ejemplo, se arengue a los sufridos funcionarios de una municipalidad cualquiera, para que suden la camiseta y no anden lloriqueando por pago de horas extras y ese mismo arengador aparezca luego con que ha recibido jugosos estipendios por el mismo ítem, es francamente sorprendente. O bien que a sufridos profesores de unidades educativas pobres y necesitadas, se les amenace por parte de directores, cuyos méritos son tan iguales o en muchos casos menores que los de aquellos, para que no concurran a manifestar su apoyo a las legítimas exigencias relativas a la situación actual de la educación, recurriendo a su inestabilidad laboral, a contrata o acogidos a Ley Sep, o mostrándoles la espada que pende sobre sus cabezas en la forma de Evaluación Docente, constituye, sin lugar a dudas, un vil atropello a su dignidad personal y profesional. Por otra parte, adelanta el estilo de los nuevos directores que, gracias a las nuevas atribuciones anunciadas, ya se consideran parte de los “nuevos patrones” que les sacarán trote a estos obreros de la enseñanza. Y todos con la conciencia tranquila de los que duermen el sueño de los justos. Los que no gozan de esa beatitud son los jóvenes y el pueblo de Chile, cuya conciencia ante los desmesurados acontecimientos que asoman, está despertando.

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