viernes, 29 de julio de 2011

El sentido profundo de las movilizaciones



Juan Gajardo Quintana

A muchos debe sorprenderles lo que algunos “venerables defensores de la ley y el orden” califican como tozudez de los estudiantes ante las propuestas y voluntad de diálogo de parte del gobierno. Cómo puede ser que llegaran incluso a exigir la salida del ministro del ramo y que, finalmente produjeran mucho más: una modificación del gabinete. Más aún, el plan para mejorar la educación, el Gane, ofrece la posbilidad de inyectar la no despreciable suma de 4.000 millones de dólares norteamericanos, amén de propiciar una mejor fiscalización y regulación de la oferta educativa, sea pública y privada, dejando abierta la discusión en torno a la pertinencia del lucro como derecho de los dueños de establecimientos particulares, tanto colegios como universidades. Entonces, ¿cómo es que a la fecha los jóvenes se mantienen en sus tomas en lugar de allanar el camino a un consenso que finalmente ha de beneficiar al país? Para el observador no conmprometido con el devenir histórico de la nación, es posible que estos cuestionamientos resulten absolutamente normales, pero no es lo mismo para quien aprecia la panorámica que encuadra el fenómeno en cuestión. En primer término, no es solamente el ámbito educativo el que está en efervescencia. La inquietud e impaciencia es un sentimiento que atraviesa a la ciudadanía en su conjunto. Desde los estudiantes a los jubilados, pasando a las dueñas de casa, los gremios, empresarios pequeños y medianos, los sindicatos y colegios profesionales. Existen variados conflictos de escala menor que van aumentando y tienden a sostenerse, pero que no son objetos de atención por parte de la prensa. En general, los medios informan y comentan tan solo aquellos acontecimientos acerca de los cuales ya es imposible hacerse el cucho. Mal que mal informar se ha constituido en los últimos tiempos la mejor forma de desinformar. ¿Dónde se encuentra la raíz de estas masivas manifestaciones de descontento? Si el crecimiento va viento en popa, el imacec muestra guarismos inéditos y la macroeconomía exhibe índices envidiables, entonces ¿qué será lo que le pasa al pueblo chileno? Nos atrevemos a responder que está sufriendo el síndrome de la novia desengañada, la que después de paciente espera para ver en su dedo el anillo de compromiso, se queda finalmente plantada en la puerta de la iglesia. La oportunidad para el casorio, la vio el 52 % del electorado en este “quinto gobierno de derecha” (P. Longueira), sin embargo tanto la dote como la casita amueblada se quedó solamente en una hermosa e incumplida ilusión. Lo real, lo concreto, es que los resultados de la brillante gestión macroeconómica de las administraciones a partir de los años setenta, jamás se ha traducido en un verdadero gobierno para y con el pueblo (“la gente”, para los oídos púdicos), sino que abrió las puertas a los negocios de los grandes holding locales y principalmente a las transnacionales, las que día a día y mientras el resto dormimos el sueño de los justos, se van apoderando centímetro a centímetro del pedazo de patria que a cada uno nos corresponde. Y qué decir de la promesa de la excelencia, cuando todos sabemos en la mayoría de los casos, abandonó el servicio público el gran contingente de masa inútil (“la grasa”, según algunos), para ser reemplazada por el charqui, que siempre sale más caro. Y en las altas esferas se vuelve a la “antigua forma de gobernar”, vale decir, con los políticos, idos a buscar al Senado.
Los problemas de la educación no se resuelven con una cantidad de plata que parece mucha, pero que repartida en el tiempo que se ha estimado, pierde gran parte de sus efectividad. Las dificultades que viven los trabajadores subcontratados no es un conflicto estrictamente entre particulares, como quiere hacerlo creer la autoridad y la forma como las aguas, las riquezas mineras y el espacio de las ciudades se reparten entre los amigos y conocidos emprendedores, es una situación que exaspera a la mayoría que mira desde la galucha. Los conflictos de interés de fallidos ministros e intendentes no es mero azar ni casualidad.
Pues bien, la certera percepción de los jóvenes y la visión de los trabajadores y profesionales, acerca de cómo el establishment politíco, financiado por los grandes empresarios, tiene secuestrada la institucionalidad con el fin facilitar la perdurabilidad del sistema, es lo que tiene a las masas en la calle, intentando lo extraordinariamente difícil, rescatar a la patria para los ciudadanos.

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