martes, 10 de mayo de 2011

La matemática no siempre nos dice la verdad: cuidado con las estadísticas



Juan Gajardo Quintana

Es un asunto fregado esto de manejar y publicar información numérica, estadística, con el fin de ilustrar a la población acerca de los avances o retrocesos de los asuntos públicos, especialmente los relativos a la marcha de la economía. Algunas razones respecto a estas dificultades se deben a la imprecisión que la ciudadanía en general tiene sobre conceptos como crecimiento, ipc, inflación, gasto público, inversión, balanza comercial, etc.. Otras complicaciones se deben papel que cada informante juega en el debate público: si pertenece al ámbito oficialista interpretará los datos de una forma diferente a como lo haría alguien de las filas de la oposición.
Tomemos por caso el concepto de crecimiento económico. No son pocos quienes en la conversación común lo asimilan a desarrollo. Sin embargo, el primer vocablo dice relación estrictamente a elementos de corte economicista, cuyo centro es el consumo. Cuando aumenta la adquisición de bienes y servicios por parte de la población, pueden ocurrir principalmente dos fenómenos: un incremento de la demanda, obligando a la industria a generar mayor cantidad de bienes y servicios y lo otro, un aumento de precios cuando la oferta no es suficiente, generándose inflación. En ambos casos suben los índices de transacciones, se dinamiza la economía y, por ende se genera crecimiento, es decir, aumenta el volumen del producto interno bruto. Pero esto no necesariamente significa desarrollo. Aún más, se puede dar el caso que el crecimiento se genere exclusivamente por el incremento de precios, lo que redunda en un incremento artificial del producto, pero que no tiene correlato con los bienes disponibles en el mercado. Por otra parte, los índices de crecimiento están sujetos al punto de referencia o comparación con el cual se contrasta. En una economía deprimida relativamente a causa, por ejemplo, de un desastre natural, pueden darse elevados índices, pero que en la práctica no significan avances substanciales. En contraste, el concepto de desarrollo involucra una serie de variables, entre las cuales concurren varias de carácter cualitativo, que tienen que ver con factores de bienestar y seguridad que experimentan los ciudadanos, producto de medidas o iniciativas tanto del estado como de la actividad privada, que apuntan a la satisfacción de una multiplicidad de aspiraciones que tocan desde lo económico a lo político, social y cultural. Administrar un estado, por lo tanto, es más que dirigir una empresa y mantenerlo con números azules en los balances. Abarca aspectos que van desde la satisfacción de las necesidades básicas, pasando por la integración social, aspiraciones culturales y educativas, políticas de esparcimiento y recreación, seguridad ciudadana, derecho a vivir en un ambiente sano y limpio, territorialidad, etc..
Otro tema de moda, en orden a publicitar exitosos indicadores, dice relación con el desempleo, o, por contraste, la creación de empleo. Se habla de logros nunca vistos desde tiempos inmemoriales. Pero vamos viendo. O definiendo, más bien. Nosotros entendemos como empleo una actividad remunerada y debidamente regulada que le permita a una persona resolver adecuadamente su problema de supervivencia, en un régimen de estabilidad y proyección a mediano y largo plazo. Lamentablemente de los chorrocientos empleos supuestamente creados, en un gran porcentaje no responden a la expectativa señalada. Los datos de la minuta de empleo que Fundación SOL publica mes a mes, luego de procesar la base de datos de la Nueva Encuesta de Empleo del INE, muestran que a pesar de que se registra una variación de los ocupados de 487 mil entre el trimestre enero-marzo 2010 y enero-marzo 2011, se entrega evidencia de que el 45% de esta cifra no están vinculados necesariamente a políticas o planes de empleo del gobierno y que no están cubiertos por los sistemas de protección clásicos del trabajo y el 74% de la variación de los ocupados asalariados corresponde a la modalidad de subcontratación, servicios transitorios y suministro de personal y enganchadores, lo cual es una señal de mayor precarización e inestabilidad en el mundo del trabajo.
Terminamos diciendo que en Chile, mayor crecimiento económico o una menor tasa de desempleo oficial, no asegura mejores condiciones de vida para todos sus habitantes.

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