domingo, 28 de noviembre de 2010

Esa caja negra ¿Qué es lo que debe cambiar en la sala de clases? SegundaParte

Juan Gajardo Quintana

La semana anterior, iniciamos una consideración relativa a la inquietud ante los cambios anunciados por la autoridad educacional. La dirección de lo expuesto por nosotros apuntaba a discutir lo concerniente a lo que ocurre en el aula.
Pues bien, para determinar qué es lo que debe cambiar dentro de la sala de clases, hay que definir qué es lo que se busca. La respuesta es clara y precisa: lo que se persigue es aprendizaje. Tampoco se trata de, como quisieran los últimos aristócratas del tema: magísteres y doctores, realizar costosas investigaciones que duran años, para salvarle la vida a los niños que hoy necesitan acciones concretas.
Respecto del aprendizaje existen diversas teorías acerca de su esencia y de cómo se logra. Pero coinciden en indicar que el elemento que lo define es un cambio de conducta (a nivel intelectual, actitudinal y motriz) y que se consigue mediante un procedimiento, vale decir, mediante un sistema, un proceso, una secuencia de pasos con un orden establecido. De esto se desprende que la experiencia del alumno en la sala de clases no es una sumatoria de actividades, cuál más desorbitada que la otra, ni tampoco la incorporación indiscriminada de tecnología. Se ha criticado al docente de ser reacio a meter las TICs (Tecnologías de Informática y Computación), mientras que de los noventa se nos viene predicando que son tremendamente necesarias para mejorar los aprendizajes. De ahí que cada establecimiento se ufana al realizar su oferta de contar con un “Laboratorio de Computación”. Veamos qué dice un experto: "La típica sala de clases con computadores (en filas) no sirve para nada, porque los alumnos no se hablan, no se miran.(…) los alumnos tienen un computador uno no ve qué hacen con ellos…” (Pierre Dillenbourg educador belga y Phd en Ciencias de la Computación de la Universidad de Lancaster). Por otra parte, meter la tecnología a la sala, si no se tiene claro el concepto de desarrollo de la clase, en lugar de ayudar, se transforma en un elemento distorsionador y generador de desconcentración por parte del alumno y estrés para el profesor. El autor agrega que "uno de los problemas actuales es poner demasiado énfasis en la tecnología, siendo que la meta es que los alumnos alcancen los aprendizajes", además , "no existe tecnología eficaz en el aprendizaje si no está el profesor detrás. Los alumnos que simplemente permanecen sentados frente a la pantalla de un computador no aprenden nada, seguro se distraen. El profesor es quien debe preguntar y buscar que los estudiantes argumenten, reflexionen y justifiquen lo que aprendieron". Lo que está detrás de esta argumentación, a pesar de ser meridianamente clara, es que cualquier clase por muy computarizada que esté, debe obedecer a los mismos criterios de la menospreciada clase expositiva o “tradicional”, so peligro de convertirse en un fiasco tecnológico, uno más, de los experimentos realizados hasta ahora. Recuérdese no más la tentativa de los colegios que reemplazaron el cuaderno por el notebook y que arrojaron los peores resultados comparativos. A esto hay que agregar que armarle a los alumnos un parque de entretenciones en el liceo, como se aprecia en muchos establecimientos, constituye definitivamente, una aberración, como que ese mismo afán de algunas comunas pequeñas, de querer “iluminar” con Internet su área, tanto rural como urbana, sin poseer un plan de desarrollo en lo educativo, carece totalmente de sentido. La tecnología, como el Ministerio ya sabe, es una herramienta más con que cuenta el docente, pero que por sí sola no desarrolla habilidades superiores, que son precisamente las condiciones que la han hecho existir, partiendo del álgebra computacional, los análisis de sistema, la creación de la digitalización, lenguajes de programación y todos los conocimientos técnicos relacionados a ella.
El teórico citado declara algo muy interesante: "No hay razón por la cual cambiar la docencia si funciona bien. Yo le preguntaría al profesor qué es lo que no está funcionando bien, como por ejemplo, en una prueba, en qué pregunta siempre fallan los alumnos, ¿Con qué nuevo método enfrentar el capítulo de esa materia? Preguntar dónde hay una decepción con el propio desempeño docente". Lo que el educador requiere exhibir es plasticidad en su tarea para adoptar las prácticas más apropiadas ante el problema emergente, y esto no necesariamente pasa por la utilización de implementos tecnológicos que, por lo demás, para los alumnos en su mayoría no resulta ninguna novedad, toda vez que en sus casas sus padres los han agasajado cada vez que pueden para “que no les falte nada de lo que a mí me faltó”. La plasticidad, precisamente, se adquiere gracias a la experiencia, palabra no adecuadamente valorada en la actualidad. Picasso dijo una vez que tardamos toda una vida llegar a ser jóvenes. Toda la razón, cuando recordábamos cómo éramos recién egresados y también observando a nuestros jóvenes colegas recién incorporados o cursando uno de aquellos famoso post grados tan urgentemente apetecidos hoy en día. El arsenal que traemos en estas ocasiones nos pesa, nos hace tastabillar y no sabemos usarlo con la habilidad necesaria. Alguien dijo que a un novato se le reconocía por querer utilizar todas las armas al mismo tiempo. La sabiduría para utilizar la mesura y la oportunidad viene con el tiempo. ¿Queremos buenos profesores? No lo hagamos como con la fruta de exportación, que se cosecha verde y se hace madurar a la fuerza o se le maquilla para que lo parezca. Finalmente, es necesario reafirmar la idea que el aprendizaje no es una entretención, si no, para qué existe el recreo. La adquisición de habilidades superiores, no adiestramiento para contestar mediciones estándar, es un desafío exigente, meticuloso y ordenado. Eso lo tienen clarito los colegios de vanguardia. Cuesta entender por qué, en los establecimientos más desfavorecidos, se tiende a pensar que al alumno hay que traerle la calle y la televisión a la sala de clases.

Esa caja negra ¿Qué es lo que debe cambiar en la sala de clases?

Juan Gajardo Quintana
Primera Parte
Los profesores, en general, están inquietos, puesto que sienten que es su desempeño el que ha sido señalado como el nudo gordiano en el problema educativo nacional. Un nudo que se hace imperioso romper como sea, para mejorar los estándares de nuestros alumnos. Desde la formación inicial, las condiciones de salida y la gestión en la sala de clases, son objeto de acervas críticas por parte de las esferas de decisión, las que han resuelto el toro por las astas y han anunciado una reforma educacional nunca vista desde los tiempos de Eduardo Frei Montalva. Alarma general, manifestaciones agitadas y carreras locas. Movilizaciones. Mientras tanto, se anuncian medidas de distinto género: en lo administrativo, profesional y laboral. El pánico parece indicar que la población olvidó que la actual administración había anunciado, en su campaña electoral, medidas fuertes en este ámbito y que, por lo demás, según lo reconocen e indican teóricos de prosapia, no viene sino a profundizar y concretar un proceso ya iniciado por los anteriores gobiernos, habida cuenta de la necesidad perentoria de hacer algo, so pena de ver naufragar el futuro esplendor que se nos viene profetizando desde Eusebio Lillo en adelante. Pusimos oídos y ojos a lo que afecta en mayor medida los nervios de los docentes y parece ser que ello dice relación con la extinción del Estatuto Docente y su reemplazo por una Carrera Docente. Las ganas de salir a protestar se manifestaron este pasado martes, sobre todo en aquellos profesores que son parte de las plantas titulares en el sistema. Los otros, los que conforman los contingentes llamados “a contrata”, no ocultaban sus tiritones de pera al momento de expresarse. No perteneciendo a ninguno de los dos conglomerados, nosotros, “con la tranquilidad del que nada espera”, nos dimos a la tarea de reflexionar con cierta calma este convulsionado asunto. A pesar de la multiplicidad de aspectos que posee el tema educativo, nuestra atención se centró en aquellas afirmaciones referidas a lo que ocurre dentro de la sala de clases. Es decir, los aspectos pedagógicos y, específicamente, didácticos, el cómo enseña el profesor, su estilo de gestión dentro del aula. El ministro del ramo, reafirmó para Tolerancia Cero, la necesidad de cambiar (dimensión tiempo) y modificar(dimensión modelo implementado) lo que acontece entre las paredes de la sala. Realizó un parangón entre los avances que han ocurrido, por ejemplo, en un pabellón quirúrgico en el transcurso de un siglo con lo acontecido en el universo dominado por el profesor. Y ciertamente nuestro pequeño dominio sale muy desfavorecido. Encontrándole razón al ministro, nos preguntamos: ¿Qué es lo que debe cambiar? ¿Qué elementos pedagógicos y didácticos deben ser modificados? Últimamente, la controversia sobre la educación ha convocado a muchos “expertos” que, reunidos en comisiones, instalados en confortables oficinas, generosamente gratificados por las instituciones que los patrocinan, se han desgañitado vociferando a diestra y siniestra sobre los que se debe o no debe hacer. Es tanta la prédica perorada que fácilmente se puede encontrar en estos discursos groseras contradicciones entre lo que dicen unos y otros. Aún más, la diferencia de proposiciones suele apreciarse en la boca del mismo teórico, dependiendo si está formando parte de la comisión o si más tarde ha abandonado dicha instancia, impulsado por decisiones propias o ajenas. Si no nos creen, lean por favor, las últimas entrevistas publicadas en el Mostrador, ya hace tiempo, por quien fue cabeza de la primera comisión creada por la presidenta Bachelet, después del Pingüinazo. Estos "educólogos", definidos como una “marea acosadora de expertos amnésicos que se han apoderado últimamente de la educación” por el historiador Alfredo Jocelyn-Holt (La Tercera 27/11/2010), nos han convencido que los profesores, en general, constituimos un ejército de desharrapados intelectualmente y que solo jubilándonos sistemática y progresivamente, y reemplazándonos por tecnócratas a nivel doméstico, se salvará la juventud de la nación. Si ellos tuviesen razón, por qué entonces, por misteriosas razones, campean en el sistema elementos reconocidamente dañinos y, por otra parte, por qué también, por misteriosas razones, elementos destacados desde que ingresaron hasta que salieron de la Universidad, y que además han dado muestras de calidad profesional, permanecen fuera de él.

domingo, 21 de noviembre de 2010

La urgente necesidad de podar el árbol

Juan Gajardo Quintana
Consultar a la ciudadanía -la masa manipulada por los medios de comunicación- acerca de temas relevantes, pero especializados, constituye un buen ejercicio para tomar acertadas decisiones políticas de carácter coyuntural, pero no significa una guía acertada y propicia para implementar buenas soluciones que a la postre se traduzcan en beneficio y desarrollo para la sociedad. Esto es porque las tendencias representan las percepciones de “la gente” en un momento determinado y, obviamente, apreciaciones impresionistas, cuyas bases se nutren en los temores, gustos y desinformación del opinante y en ningún caso, en su conocimiento y dominio del tema. En otras palabras, son preferencias nacidas de las vísceras y no del cerebro y la reflexión. Sin embargo, llega a ser monstruoso el pánico en que caen los personajes e instituciones que se nutren del “rating” para su supervivencia. Cuando un país cae en la encuestocracia, está condenado a andar dando tumbos por los siglos de los siglos. Pero la tentación, y la necesidad, es tan grande, que para asumir medidas de grande o poca envergadura, el oído y la atención están prontos a inclinarse al sentir de la muchedumbre, expresado mediante consultas justificadas por la disciplina que todo lo explica y justifica: la estadística. Pero, existe proporción ninguna, entre preguntas tales como-en el tema de la educación, por ejemplo- “¿Se siente acogido por el director?”, con esta otra: “¿Cuál es la solución para elevar la calidad del servicio educativo?”. Evidentemente, hay un abismo en las competencias requeridas para responder esas dos consultas. No obstante, existe también la tendencia de valorar los resultados en ambos tipos de dominios, como si fuera la palabra inspirada, puesto que interpretan “lo que quiere la gente”. Para el individuo lúcido no escapa que todo se reduce a un, digamos, ingenioso juego de oportunidades, en que las cartas deben ser jugadas de la forma y en el momento apropiados.
Luego de este proemio, refirámonos al tema que nos sugiere el título. Quien sabe de frutales, viñas o bosques, entiende que una de las principales tareas para conseguir plantas vigorosas y productivas, es la poda. Es decir, privar al ejemplar de aquellas ramas y brotes que a nada conducen y que solo constituyen un desperdicio de energía, un consumo inútil e improductivo. No se conoce hasta el momento agricultor o jardinero que llore o se lamente por sentir que está mutilando a sus plantas regalonas, sino al contrario, experimenta, creemos, un extraño placer al vislumbrar los beneficios que redundará su prolija acción. Porque no se trata de hacerlo a tontas y a locas, sino con criterio y meticulosidad. Las instituciones también tienen ramas, como los vegetales. Por lo tanto, no hablamos alegóricamente, más bien hacemos un paralelo entre ambos fenómenos. A través de dicho ramaje circula también la savia que da vida al sistema y genera el dinamismo necesario para producir los bienes y servicios que justifican su existencia. Y contra toda lógica, siendo estas estructuras ideadas para trabajar con eficiencia, no dejan de sufrir también la aparición de quistes, tumores y órganos monstruosos que debilitan el organismo y lo condenan a la molicie e improductividad. Este fenómeno, usualmente asociado a las instituciones del estado, también está presente en las empresas de iniciativa particular, que se llenan de agentes que, cual colesterol de baja densidad, obstruyen el normal flujo de los nutrientes y reducen los niveles de eficiencia y productividad. Pero si es preocupante en el ámbito de lo privado, en lo público tiene un carácter grave, por el hecho que los recursos pertenecen a todos los habitantes del país y también porque afectan el desarrollo de la sociedad completa. Es ahí cuando resulta absolutamente perentoria la aparición de un Superpodador, que con su tijera justiciera cercene todos aquellos pámpanos que en la vid de la organización pública no estén dando fruto. Este personaje, evidentemente, debe poseer una valentía y una visión a toda prueba. Que no escuche a los villanos archienemigos del bien público: poderes fácticos, intereses corporativos, componendas políticas, encuestas de opinión ciudadana. Exhibiendo una envidiable bizarría, deberá desafiar la opinión de la masa y sustentarse en la fuerza de sus principios y convicciones. Con su ojo clínico y su vista de rayos x, deberá percibir las distintas capas del organismo en las cuales se hace necesaria su intervención e implacablemente operar sin más escrúpulos que no sean los que lo guíen hacia un futuro más prometedor y más decente, ético y afianzado en la verdad. Y así procederá a podar, retirar paulatina pero decisivamente, legislaciones inútiles y coartadoras, estructuras absurdas, cargos innecesarios, funcionarios ineficientes o instalados en los sitios que no les corresponde, en virtud de sus características, capacidades y preparación. Y quizás, si aún le duran las fuerzas, desenmascarar aquellas organizaciones que viven del engaño y la necesidad, como por ejemplo, psudoinstituciones de capacitación, que ni siquiera poseen rol, o sede o incluso planes de estudio. Pero todo esto deberá hacerlo a contrapelo de lo que digan las encuestas, y la malentendida y abusada libertad de empresa. Las insignes y emblemáticas iniciativas que están surgiendo a nuestro alrededor solo lograrán fructificar en la medida que la planta se muestre saneada y asistida por una competente, continua y prolija acción depuradora.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Animales en la televisión

Juan Gajardo Quintana

Se ha puesto de moda últimamente determinado tipo de programas en los canales “culturales”, que muestra cómo determinados sujetos se enfrentan a la implacable naturaleza con el desafío imperioso de sobrevivir. De paso, dichos espacios pretenden enseñarnos “sabias” lecciones respecto a qué hacer o no hacer para tener mayores probabilidades de éxito en esa lucha. Lo valioso de tales propuestas es mostrarnos que con la naturaleza no se juega ni valen los descuidos y permisividades.
Los protagonistas son aparentemente gente suficientemente preparada y con los adiestramientos mentales y físicos necesarios para resolver las situaciones emergentes que deberán asumir. Mucho se aprende observando las aventuras de estos héroes, hombres y mujeres, que sufren a veces lo indecible para salirse con la suya. Puesto que para lograr el último fin, que es conservar la vida a toda costa, deberán superar temperaturas extremas, escasez de víveres, lugares escabrosos y calamidades surtidas.

Hasta ahí todo es admirable, hasta que nos damos cuenta que todo, al fin y al cabo, es un show. Hay detrás de cada uno de estos episodios un despliegue de producción que solo entidades poderosas en el ambiente televisivo pueden procurarse. Los protagonistas, en realidad, en muy escasas situaciones experimentan realmente cierto peligro a su salud. Por otra parte, los seguros contratados obligan a que los interesados jamás se arriesguen más allá de lo necesario. Por otra parte, aquellos pertenecen a la pléyade de estrellas, al “star system”, de la industria de la televisión de este género. El asunto tiene que ser así y nadie lo discute. Lo importante es que nosotros, como siempre al enfrentarnos a la ficción, mantengamos las debidas distancias y proporciones.

Lo que en lo personal consideramos inconveniente y hasta censurable, es la manera como los creadores de estos productos aprecian la naturaleza y los seres que la habitan: un escenario de marquetería donde sus héroes hacen y deshacen con tal de lucirse, especialmente si la locación corresponde parajes de países del tercer mundo, como la jungla centro o suramericana, donde tienen chipe libre para, por ejemplo, asesinar animales silvestres y alimentarse de ellos. Quizás alimentarse, porque lo que se aprecia es el sacrificio muchas veces chocante del animal y la sugerencia de que están siendo consumidos. Simulacro o no, el mensaje es totalmente opuesto al que se entrega en otros reportajes realizados por verdaderos científicos de renombre, en los cuales se propicia el respeto por los hábitats y especies silvestres y el llamado a no invadir territorios que aún se mantienen como la esperanza de vida del planeta.
Muchos de aquellos programas, como por ejemplo el del malogrado explorador australiano Seteve Irwin, son simplemente un espectáculo de circo, en los cuales los animales son invadidos en su existencia con el morboso afán de despertar la curiosidad de los espectadores, apelando al maltrato, la manipulación y la alteración de su rutina vital. Quién sabe qué modificaciones de comportamiento han experimentado los distintos animales que han sido intervenidos por estos naturalistas. Incluso en los animales domésticos se pueden apreciar distorsiones conductuales cuando el ser humano se ha inmiscuído en el normal desenvolvimiento de la vida de las especies, a menudo a un nivel que causa alarma. Nunca sabremos qué pasó con la tortuga, la serpiente o el cocodrilo que fue violentado en su cubil con el fin de satisfacer los afanes del espectáculo. Para qué hablar de aquellos que han sido trasplantados o cuyo hábitat fue transfigurado apelando a criterios contrarios a los requerimientos naturales. Aceptamos en todo caso, el mal necesario que consiste en controlar las poblaciones mediante señales y chips, que permiten estudiar el estilo de vida y desplazamiento de las mismas, puesto que ayudan a aprender acerca de ellas y eventualmente tomar medidas a su favor, pero esto está muy lejos de la industria del espectáculo que evalúa todo en cantidades de dólares de ingreso.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Síntesis de carta que critica propuesta de senador que propiciaría el exterminio de animales

Señor senador:

A nuestro juicio, lo que se necesita es la tramitación del proyecto de ley que realmente regule la tenencia de animales peligrosos, el proyecto que va a votar no resuelve la temática, no cuenta con respaldo técnico, y cuenta con el rechazo ciudadano.

Al respecto, existe normativa, incluso en el código penal para sancionar la irresponsabilidad de los amos de animales que atacan que no se está aplicando, obliguen a los funcionarios y fiscalías a hacer su trabajo. En el caso actual, se habían hecho con anterioridad las denuncias correspondientes pero las policías y fiscalía no hicieron su trabajo.- el proyecto que van a votar no se enfoca en la tenencia de animales que atacan, el proyecto sobre perros potencialmente peligrosos, boletín 2696-12, orientado a establecer obligaciones y resguardos adicionales a los dueños de perros agresivos, pese a terminar toda su tramitación en la cámara de diputados se encuentra congelado en el senado. Y no se le ha dado urgencia

El proyecto que van a votar no se justifica, puesto que la tenencia de animales en general es materia de los reglamentos que se deben dictar a la brevedad en virtud de la ya aprobada ley de protección animal. Además de ello el proyecto que van a votar legaliza en chile la recolección y eliminación de animales abandonados en nuestro país, reviviendo las antiguas perreras que cuentan con el repudio de toda la ciudadanía.
El problema de los ataques de animales peligrosos se puede y se debe regular vía reglamento en virtud de las normas de tenencia responsable de la ley de protección animal, sancionada el año pasado, que aún no se promulga y en los cuales se debería incluir esta materia.

La ley que pretende discutir nada tiene que ver con ataques de perros, sino que legaliza el sacrificio de animales abandonados, que no son los que atacan.

Por ello se requiere que los funcionarios y autoridades hagan su trabajo evitando que estos casos vuelvan a ocurrir.

Por ello, junto al senador Horvath, las organizaciones pro animal, solicitaremos al ejecutivo que regule la tenencia de animales potencialmente peligrosos vía reglamento para una solución rápida y definitiva.

Lo ocurrido en estos días requiere soluciones serias. Se ha estado solicitando urgencia para un proyecto de ley que no tiene nada que ver con animales peligrosos, que no se enfoca en la responsabilidad de los dueños y solo busca legalizar el sacrificio de animales abandonados en chile
Lo sucedido hoy, no debe repetirse, por lo mismo basta de inoperancias y de falacias, exigimos que se resuelva de manera adecuada y se castigue de una vez por todas la irresponsabilidad de los dueños de animales potencialmente peligrosos. Éstos son animales con dueños, que deben asumir responsabilidad. ¿Quién adquiere un arma, deriva la responsabilidad en el gobierno y en la comunidad?
Saluda atentamente a Ud.,
Un ciudadano,

lunes, 8 de noviembre de 2010

Espacio para los mejores

Juan Gajardo Quintana

Parece ser que el tiempo no está para iluminados. Es decir, se debe cumplir con la Ley de Murphy, una de cuyas derivadas dice que en una organización suele haber siempre alguien que sabe para dónde va la micro; pues bien, a ese hay que despedirlo cuanto antes. Y es lo que parece que aconteció con dos líderes de talla mundial (guardando las proporciones, eso sí). Me refiero a Barack Obama y a Harold Mayne Nicholls. Ambos han terminado cansando a la masa, debido a sus agobiantes demostraciones de estar seguros de lo que hacen y a su prescindencia de consultar a la gallá respecto a las decisiones y caminos que tomar. La claridad de ideas y la resolución les ha pasado la cuenta. Algunos dirán que quienes despreciaron los postulados de ambos líderes, no representan a la mayoría del pueblo, la que debió expresarse por otros canales, la de los medios de comunicación, prestos a salir a la calle a escuchar “la voz de los que no tienen voz”. Es probable que así sea. De hecho, en un reciente informe de Flacso, se advierte la gran confianza que la población de América Latina siente por los canales de Tv, que son percibidos como los medios a través de los cuales las inquietudes ciudadanas pueden lograr ser escuchadas por los gobiernos. Entonces, la necesidad de que estos medios se mantengan independientes del gobierno de turno, se hace evidente. Volviendo al tema del “liderazgo de los mejores”, cualquiera de buenas a primera tiende a ver con aprobación tal postulado, pero solo en primera instancia, porque quien sea que haya estado al frente de una institución, sea de la clase que fuere, conoce las dificultades que emergen rápidamente cuando las decisiones, por más recomendables que sean, se topan con intereses o “sensibilidades” de individuos o grupos. De ahí que cualquier líder que quiera sobrevivir, no necesariamente realizar una tarea provechosa, deberá ser pródigo en genuflexiones (ahora se les denomina “gestos”, “señales” o “guiños”) a la platea. Ya lo demostró en su oportunidad, el admirado (por los chilenitos) Bill Clinton, que, asustado ante la caída de su popularidad y temiendo ver sacrificar su reelección, se dedicó a atender temas no al nivel de su investidura, pero de alta repercusión social, como los uniformes escolares o los programas de la televisión infantil. Pero lo cierto es que los sujetos que parecen saberlo todo, o que en realidad son competentes, se vuelven insoportables para una mayoría que ve disminuidos sus créditos de manera proporcional a como suben los del aludido. Es más simpático apreciar la debilidad del prójimo, para la cual tenemos siempre disponible la dosis necesaria (y no excesiva) de disculpa o de indulgencia. O lisa y llanamente, la masa prefiere la incompetencia, si no, la estupidez. De otra manera no se comprendería el éxito que tienen los “realities” o el número de prosélitos que gozan diversos profetas de estrafalario comportamiento y cero doctrina. Es impresionante la disponibilidad existente de seguidores para estos esperpénticos personajes, que le permiten pagar espacios en radio y televisión, además de costear costosísimas estancias para su ejercicio “espiritual”. La “fe” es algo muy misterioso, pero la inteligencia también y suele generar suspicacias. Sin embargo, mientras que la primera da para todo, en el otro caso predomina la intolerancia. En el primer caso la manga es ancha y no se discrimina, pero para el que por desgracia es lúcido, esta cualidad se vuelve contra sí mismo y termina convirtiéndose en un pájaro raro, aislado y solo recurrido en situaciones de extrema urgencia. Lo extraño es que todo esto ocurre en el siglo del máximo esplendor tecnológico. Aunque extraño hasta por ahí no más, puesto que esta explosión del conocimiento técnico tiende a funcionar como un velo que esconde la realidad humana, compleja y hasta cierto punto, cada vez más desconocida. Los gurúes que en cada esquina nos llaman para darnos las lecciones necesarias en pro de la solución de todas y cada una de nuestras taras, ya han solucionado con su oferta el problema mayor que les interesa: su propia salvación en el aquí y el ahora. Nunca, pero renunca serán capaces (ni tienen la intención de hacerlo, tampoco) de enseñarnos más independencia personal, inteligencia para resolver nuestros problemas en forma autónoma y menos saber qué hacer con nuestra vida. Alguien dijo una vez que las personas que tienden a acudir (pagando jugosas cuotas de inscripción) a charlas para resolver sus problemas más íntimos, es porque en realidad tienen un problema mayor que aquel por el cual asisten a esas sesiones. En suma, Mayne Nicols, declaró que no volverá a estar disponible para participar en el fútbol, puesto que, digo yo, comprendió que no se puede ser líder o ejecutivo, sin un lavado de cerebro previo a la masa, y en relación a Obama, es un misterio si cumplirá su palabra, cuando dijo: “Prefiero ser un buen presidente de un período a ser un mediocre de dos períodos”.

jueves, 4 de noviembre de 2010

El genocidio de los selk'nam (u onas)

(Extracto artículo Wikipedia)
El genocidio de los selk'nam (u onas) de Tierra del Fuego tuvo lugar entre la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.

Los selk’nam tuvieron un trágico final. Tras cientos —quizás miles— de años de vida seminómada, hacia fines del siglo XIX la isla concitó el interés de las grandes compañías ganaderas. La introducción de las estancias ovejeras creó fuertes conflictos entre los nativos y los colonos europeos, Argentinos, Chilenos y loberos chilotes, que adquirió ribetes de guerra de exterminio. Las grandes compañías ovejeras llegaron a pagar una libra esterlina por cada selk'nam muerto, lo que era confirmado presentando manos u orejas. Las tribus del norte fueron las primeras afectadas, iniciándose una oleada migratoria al extremo sur de la isla para escapar a las masacres. En busca de alternativas a la matanza, en 1890 el Gobierno chileno cedió la isla Dawson, en el estrecho de Magallanes, a sacerdotes salesianos que establecieron allí una misión, dotada de amplios recursos económicos. Los selk'nam que sobrevivieron al genocidio fueron virtualmente deportados a la isla, la que en un plazo de 20 años cerró dejando un cementerio poblado de cruces. Ni un solo selk'nam sobrevivió a la pérdida de la libertad.