martes, 7 de febrero de 2012

“Vendo canciones al viento, a luca quiniento’ y a dos por tres mil”

Juan Gajardo Quintana
Con respecto a las “malas prácticas” en política, cabe señalar que pertenecen al ADN de este quehacer humano. El próximo año se cumplirá medio siglo de la publicación de El Príncipe, obra cumbre de Nicolás Maquiavelo, quien en ella separó los propósitos de la actividad política y la administración del poder, de los conceptos de la ética y la moral. En este sentido, para alcanzar los ansiados objetivos que anidan en el corazón del político, no existen más trabas que las circunstancias y las ocasiones coyunturales. El aspirante al poder tiene que poseer la calma, el sentido de la oportunidad, pero también el grado de agresividad que requiere el momento.
Acerca de los móviles que impulsa al político a actuar (gobernante, candidato, líder sindical, etc..), señala: “Todos tienen un propósito, y puesto que nos es imposible conocer sus secretos, nos vemos obligados en parte a inferirlo de las palabras y los actos que cumplen, y en parte a imaginarlo”. Es decir, nunca nosotros, ciudadanos comunes, conoceremos en realidad los sentimientos e intenciones de quienes regirán nuestros destinos. Sin embargo, existe una parte de la ciudadanía –los inevitables inconformistas- que siempre estarán mirando debajo del agua y escuchando a comentaristas, opinólogos y analistas, en lugar de creer a pies juntillas, como lo hace buena parte de la gente, las palabras melosas y persuasivas de los “servidores públicos”.
Si bien es cierto, sobre la faz de la tierra no existe justo “ni aun uno”, de todos modos, la humanidad considera que aquellos en cuyas manos está nuestro destino, deben exhibir una conducta ejemplar y procurar que las herramientas del poder estén al servicio de la sociedad. Obviamente, las estrictas normas morales de han ido relajando con el tiempo, y ni a los líderes políticos –ni a nadie-se le exige un comportamiento intachable. En la administración de la república, no obstante, la sociedad es más que exigente, independientemente que eso mismos críticos, si estuvieran con el sartén por el mango, caigan en las tentaciones propias del ejercicio del poder. Por eso, sabiendo que somos “débiles”, es que se hace necesario establecer instrumentos que obliguen a la transparencia, aplicándolos sean cuales fueren las circunstancias..
En la lucha electoral, habitualmente -y lo saben quienes han estado en el escenario político- se recurre a muchas argucias y triquiñuelas de la más alta y la más baja ralea. La cosa funciona hasta que el rival tiene la oportunidad de sacarla a la luz y en ese momento hay dos opciones: aguantar el chaparrón de la mejor forma, o entrar a negociar para minimizar los daños.
A propósito de los últimos acontecimientos ventilados por parte de la prensa, es muy probable que a nivel local tendremos más ocasiones de asistir a este tipo de escenas, como también es posible que quedaremos ayunos e ignorantes de otras muchas, las cuales solo sospecharemos por los ojos rojos de algunos y la extrema palidez de otros, producto de noches sin dormir, alteraciones digestivas y cefaleas varias. Sin embargo, habrá algunos, los “verdaderos políticos”, a quienes no los delatará síntoma alguno y proseguirán su marcha hacia el estrado gallardamente, con la palabra precisa y la sonrisa perfecta. Quizás en su mente deambularán las palabras de Nicolás: “Desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla”.

jueves, 2 de febrero de 2012

Los primeros heridos en la batalla política (o el arte de caminar con pie de plomo)

Juan Gajardo Quintana

Es una verdadera lástima que nuevos rostros en la política hayan visto frustradas sus aspiraciones como alternativas viables. Y por lo general, la causa es la misma: no pudieron sobreponerse a las maquinarias que los más viejos tienen montadas al interior de los partidos. Aunque más que maquinarias, son verdaderas pirámides construidas a través del tiempo, con la finalidad de asegurarse los apoyos necesarios para sostener las carreras políticas de los que ya están instalados. Porque, estimado lector, ¿se acuerda de esas cartas pegotes que le llegan cada cierto tiempo instándole a iniciar su propia empresa? Según eso, usted entra a formar parte de una célula y debe conseguir x número de nuevos afiliados para formar la suya propia. Algo muy parecido acontece dentro de los partidos, de modo que, llegado el momento, el iniciador de esta cadena, cuenta con los dependientes necesarios para proclamarse el elegido entre los suyos. Con la salvedad que, al igual que en esas famosas pirámides, el único ganador resulta ser el que comenzó todo y se aseguró de tener a los suyos en los puestos clave. Es por eso que, en primer término, lamentamos que figuras promisorias como Miguel Vásquez García, un personaje que ha dado muestras de integridad y consecuencia, características escasas en estos tiempos, haya sido desplazado por determinadas personas que sí pertenecen al tipo de esquema que describimos, dentro del partido al cual pertenece Vásquez García, la Democracia Cristiana. El desencanto con el que se plantea el afectado, al conversar con él, nace de reconocerse como el nombre en el cual los referentes locales, dentro de su partido, habían depositado su confianza. Sin embargo, parece que tuvieron más poder, a la hora de las decisiones, quienes detentaban la representación a nivel distrital, es decir, regional, todos proclives al consejero regional, señor Pablo Gutiérrez. Cabe reflexionar acerca de cuál puede ser el sentimiento de quienes sienten la necesidad de promover el surgimiento de líderes desde las bases partidarias.
Otro aspecto que no deja de ser decepcionante, es la escasez de competidores en las Primarias de la Concertación. Cuando todos esperábamos asistir a una contienda amplia con representantes de todas las colectividades de la coalición, incluso otros más, desembocamos en un duelo singular entre dos candidatos. Empieza uno a sospechar acerca de la certeza y calidad de los discursos pronunciados. No podemos entender cómo se lanza alguien a la aventura y después aparece renunciando -mejor dicho, no aparece- a la hora de las definiciones. Más aún cuando recibimos trascendidos que denuncian un intento de negociación –léase, arreglín- de parte de los representantes del fallido candidato. Intentos que hablan de concesión de de puestos municipales, bajo la condición de dejar el camino amplio y abierto para el candidato socialista, acerca de cuyo equipo algunos ciudadanos han declarado recibir información falsa respecto a la obligatoriedad de votar y, por otro lado, es notorio su discurso triunfalista, en orden a presentarse como el abanderado pre-tempore de la alianza opositora.
Conviene destacar, finalmente, la escasa novedad con que nos estamos acercando a los comicios, cuando los rostros alternativos encuentran tanta resistencia para emerger, en circunstancia que la población ha mostrado con creces su abominación por las prácticas, la retórica e incluso los nombres de quienes han hegemonizado la política en los últimos tiempos. Para qué decir, de los equipos, esos mismos que veíamos apoltronados detrás de los escritorios, cada vez que nosotros, modestos ciudadanos, necesitábamos hacer un trámite en alguna oficina pública.