viernes, 9 de septiembre de 2011

Se está arrimando un día feliz




Juan Gajardo Quintana

A estas alturas es imposible que haya alguien acá que crea en la excelencia de la educación chilena. Desde la disposición de la infraestructura hasta el diseño pedagógico se encuentra en tela de juicio. La palabra calidad es el karma que hace pensar, soñar, delirar y disputar a todos los interesados en el tema. Cada cual, desde su punto de vista particular, tiene una definición de cómo entiende la calidad. Sin embargo, en el imaginario colectivo está la visión de un futuro modelo educacional que cuenta con todos los recursos necesarios para su cometido, hasta excelentes perfomances educativas a nivel de aula, generadoras de aprendizajes de alto nivel y de estudiantes con éxito asegurado. Teniendo ese horizonte como fin, cual más, cual menos observa con simpatía (y conveniencia) el desarrollo de las manifestaciones y los entretelones de esta telenovela entre gobierno y estudiantee, incluyendo a muchos que intentan capear de la mejor forma que pueden el temporal , desde apoderados que buscan que sus hijos no pierdan el año, hasta sectores políticos que con calculadora en mano realizan sus escamoteos con el fin de minimizar los daños.
No obstante lo dicho, aspirando cada cual desde su posición a la llegada de ese paraíso de educación de calidad y gratuita para todos, es necesario plantearse un seria interrogante: ¿Cuál será el lugar mío en esa tierra prometida? Como estudiante, profesional de la educación, apoderado, administrador público del sector. La razón para que esta pregunta sea gravitante es simple, pero a la vez fundamental. La bondad o perversidad de los sistemas al final de cuentas está determinada por aquellos que son responsables de su implementación y ejecución. Un corpus legal y administrativo no garantiza nada per se. Es cierto que pueden existir elementos que condenan de antemano al fracaso a algunos modelos organizativos o proyectos sociales y políticos. Por ejemplo, la falta de libertad o una propuesta de democracia protegida, donde los vigilantes terminan convirtiéndose en conculcadores de la vida de los ciudadanos, abortará a la larga cualquier esperanza de desarrollo real. Análoga es la situación con el lucro dentro del sistema educacional. La actividad formativa requiere ingentes gastos, por lo cual la mecánica de una empresa pro utilidad no se entiende en el contexto de la generación de un bien superior, que no está para mezquinar recursos. Pero la sola supresión de estos tipos de inconvenientes y la formulación de modelos en base a principios consagrados por la razón, el conocimiento y el consenso de la mayoría, no garantiza necesariamente la llegada de la felicidad. “Absurdo suponer que el Paraíso, es solo la igualdad, las buenas leyes. El sueño se hace a mano y sin permiso, arando el Porvenir con viejos bueyes”
En consecuencia, el suspenso corre por cuenta de cada uno de los que hoy asistimos y participamos de diferentes modos en este trance histórico. Y a prepararse. Resulta extraño, por decir lo menos, que en todo el discurso que hoy escuchamos, no encuentre cabida (al menos en forma sistematizada) una denuncia clara y directa en relación a aquellos elementos, individuales o colectivos, que han profitado del sistema, dañándolo y convirtiéndose, en definitiva, en una de las causas de la mala calidad y los desastrosos resultados en el ámbito educativo. Por lo tanto, cuidado y a ser coherentes. La llegada de nuevos tiempos es muy posible que tenga el potencial de un “rabo de nube”, que se lleve todo lo feo que hoy enturbia el rostro de la educación, que barra con la tristeza de este Chile o se convierta en “un aguacero en venganza, que cuando escampe parezca nuestra esperanza”.

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