lunes, 8 de noviembre de 2010

Espacio para los mejores

Juan Gajardo Quintana

Parece ser que el tiempo no está para iluminados. Es decir, se debe cumplir con la Ley de Murphy, una de cuyas derivadas dice que en una organización suele haber siempre alguien que sabe para dónde va la micro; pues bien, a ese hay que despedirlo cuanto antes. Y es lo que parece que aconteció con dos líderes de talla mundial (guardando las proporciones, eso sí). Me refiero a Barack Obama y a Harold Mayne Nicholls. Ambos han terminado cansando a la masa, debido a sus agobiantes demostraciones de estar seguros de lo que hacen y a su prescindencia de consultar a la gallá respecto a las decisiones y caminos que tomar. La claridad de ideas y la resolución les ha pasado la cuenta. Algunos dirán que quienes despreciaron los postulados de ambos líderes, no representan a la mayoría del pueblo, la que debió expresarse por otros canales, la de los medios de comunicación, prestos a salir a la calle a escuchar “la voz de los que no tienen voz”. Es probable que así sea. De hecho, en un reciente informe de Flacso, se advierte la gran confianza que la población de América Latina siente por los canales de Tv, que son percibidos como los medios a través de los cuales las inquietudes ciudadanas pueden lograr ser escuchadas por los gobiernos. Entonces, la necesidad de que estos medios se mantengan independientes del gobierno de turno, se hace evidente. Volviendo al tema del “liderazgo de los mejores”, cualquiera de buenas a primera tiende a ver con aprobación tal postulado, pero solo en primera instancia, porque quien sea que haya estado al frente de una institución, sea de la clase que fuere, conoce las dificultades que emergen rápidamente cuando las decisiones, por más recomendables que sean, se topan con intereses o “sensibilidades” de individuos o grupos. De ahí que cualquier líder que quiera sobrevivir, no necesariamente realizar una tarea provechosa, deberá ser pródigo en genuflexiones (ahora se les denomina “gestos”, “señales” o “guiños”) a la platea. Ya lo demostró en su oportunidad, el admirado (por los chilenitos) Bill Clinton, que, asustado ante la caída de su popularidad y temiendo ver sacrificar su reelección, se dedicó a atender temas no al nivel de su investidura, pero de alta repercusión social, como los uniformes escolares o los programas de la televisión infantil. Pero lo cierto es que los sujetos que parecen saberlo todo, o que en realidad son competentes, se vuelven insoportables para una mayoría que ve disminuidos sus créditos de manera proporcional a como suben los del aludido. Es más simpático apreciar la debilidad del prójimo, para la cual tenemos siempre disponible la dosis necesaria (y no excesiva) de disculpa o de indulgencia. O lisa y llanamente, la masa prefiere la incompetencia, si no, la estupidez. De otra manera no se comprendería el éxito que tienen los “realities” o el número de prosélitos que gozan diversos profetas de estrafalario comportamiento y cero doctrina. Es impresionante la disponibilidad existente de seguidores para estos esperpénticos personajes, que le permiten pagar espacios en radio y televisión, además de costear costosísimas estancias para su ejercicio “espiritual”. La “fe” es algo muy misterioso, pero la inteligencia también y suele generar suspicacias. Sin embargo, mientras que la primera da para todo, en el otro caso predomina la intolerancia. En el primer caso la manga es ancha y no se discrimina, pero para el que por desgracia es lúcido, esta cualidad se vuelve contra sí mismo y termina convirtiéndose en un pájaro raro, aislado y solo recurrido en situaciones de extrema urgencia. Lo extraño es que todo esto ocurre en el siglo del máximo esplendor tecnológico. Aunque extraño hasta por ahí no más, puesto que esta explosión del conocimiento técnico tiende a funcionar como un velo que esconde la realidad humana, compleja y hasta cierto punto, cada vez más desconocida. Los gurúes que en cada esquina nos llaman para darnos las lecciones necesarias en pro de la solución de todas y cada una de nuestras taras, ya han solucionado con su oferta el problema mayor que les interesa: su propia salvación en el aquí y el ahora. Nunca, pero renunca serán capaces (ni tienen la intención de hacerlo, tampoco) de enseñarnos más independencia personal, inteligencia para resolver nuestros problemas en forma autónoma y menos saber qué hacer con nuestra vida. Alguien dijo una vez que las personas que tienden a acudir (pagando jugosas cuotas de inscripción) a charlas para resolver sus problemas más íntimos, es porque en realidad tienen un problema mayor que aquel por el cual asisten a esas sesiones. En suma, Mayne Nicols, declaró que no volverá a estar disponible para participar en el fútbol, puesto que, digo yo, comprendió que no se puede ser líder o ejecutivo, sin un lavado de cerebro previo a la masa, y en relación a Obama, es un misterio si cumplirá su palabra, cuando dijo: “Prefiero ser un buen presidente de un período a ser un mediocre de dos períodos”.

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