lunes, 15 de noviembre de 2010

Animales en la televisión

Juan Gajardo Quintana

Se ha puesto de moda últimamente determinado tipo de programas en los canales “culturales”, que muestra cómo determinados sujetos se enfrentan a la implacable naturaleza con el desafío imperioso de sobrevivir. De paso, dichos espacios pretenden enseñarnos “sabias” lecciones respecto a qué hacer o no hacer para tener mayores probabilidades de éxito en esa lucha. Lo valioso de tales propuestas es mostrarnos que con la naturaleza no se juega ni valen los descuidos y permisividades.
Los protagonistas son aparentemente gente suficientemente preparada y con los adiestramientos mentales y físicos necesarios para resolver las situaciones emergentes que deberán asumir. Mucho se aprende observando las aventuras de estos héroes, hombres y mujeres, que sufren a veces lo indecible para salirse con la suya. Puesto que para lograr el último fin, que es conservar la vida a toda costa, deberán superar temperaturas extremas, escasez de víveres, lugares escabrosos y calamidades surtidas.

Hasta ahí todo es admirable, hasta que nos damos cuenta que todo, al fin y al cabo, es un show. Hay detrás de cada uno de estos episodios un despliegue de producción que solo entidades poderosas en el ambiente televisivo pueden procurarse. Los protagonistas, en realidad, en muy escasas situaciones experimentan realmente cierto peligro a su salud. Por otra parte, los seguros contratados obligan a que los interesados jamás se arriesguen más allá de lo necesario. Por otra parte, aquellos pertenecen a la pléyade de estrellas, al “star system”, de la industria de la televisión de este género. El asunto tiene que ser así y nadie lo discute. Lo importante es que nosotros, como siempre al enfrentarnos a la ficción, mantengamos las debidas distancias y proporciones.

Lo que en lo personal consideramos inconveniente y hasta censurable, es la manera como los creadores de estos productos aprecian la naturaleza y los seres que la habitan: un escenario de marquetería donde sus héroes hacen y deshacen con tal de lucirse, especialmente si la locación corresponde parajes de países del tercer mundo, como la jungla centro o suramericana, donde tienen chipe libre para, por ejemplo, asesinar animales silvestres y alimentarse de ellos. Quizás alimentarse, porque lo que se aprecia es el sacrificio muchas veces chocante del animal y la sugerencia de que están siendo consumidos. Simulacro o no, el mensaje es totalmente opuesto al que se entrega en otros reportajes realizados por verdaderos científicos de renombre, en los cuales se propicia el respeto por los hábitats y especies silvestres y el llamado a no invadir territorios que aún se mantienen como la esperanza de vida del planeta.
Muchos de aquellos programas, como por ejemplo el del malogrado explorador australiano Seteve Irwin, son simplemente un espectáculo de circo, en los cuales los animales son invadidos en su existencia con el morboso afán de despertar la curiosidad de los espectadores, apelando al maltrato, la manipulación y la alteración de su rutina vital. Quién sabe qué modificaciones de comportamiento han experimentado los distintos animales que han sido intervenidos por estos naturalistas. Incluso en los animales domésticos se pueden apreciar distorsiones conductuales cuando el ser humano se ha inmiscuído en el normal desenvolvimiento de la vida de las especies, a menudo a un nivel que causa alarma. Nunca sabremos qué pasó con la tortuga, la serpiente o el cocodrilo que fue violentado en su cubil con el fin de satisfacer los afanes del espectáculo. Para qué hablar de aquellos que han sido trasplantados o cuyo hábitat fue transfigurado apelando a criterios contrarios a los requerimientos naturales. Aceptamos en todo caso, el mal necesario que consiste en controlar las poblaciones mediante señales y chips, que permiten estudiar el estilo de vida y desplazamiento de las mismas, puesto que ayudan a aprender acerca de ellas y eventualmente tomar medidas a su favor, pero esto está muy lejos de la industria del espectáculo que evalúa todo en cantidades de dólares de ingreso.

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