domingo, 28 de noviembre de 2010

Esa caja negra ¿Qué es lo que debe cambiar en la sala de clases?

Juan Gajardo Quintana
Primera Parte
Los profesores, en general, están inquietos, puesto que sienten que es su desempeño el que ha sido señalado como el nudo gordiano en el problema educativo nacional. Un nudo que se hace imperioso romper como sea, para mejorar los estándares de nuestros alumnos. Desde la formación inicial, las condiciones de salida y la gestión en la sala de clases, son objeto de acervas críticas por parte de las esferas de decisión, las que han resuelto el toro por las astas y han anunciado una reforma educacional nunca vista desde los tiempos de Eduardo Frei Montalva. Alarma general, manifestaciones agitadas y carreras locas. Movilizaciones. Mientras tanto, se anuncian medidas de distinto género: en lo administrativo, profesional y laboral. El pánico parece indicar que la población olvidó que la actual administración había anunciado, en su campaña electoral, medidas fuertes en este ámbito y que, por lo demás, según lo reconocen e indican teóricos de prosapia, no viene sino a profundizar y concretar un proceso ya iniciado por los anteriores gobiernos, habida cuenta de la necesidad perentoria de hacer algo, so pena de ver naufragar el futuro esplendor que se nos viene profetizando desde Eusebio Lillo en adelante. Pusimos oídos y ojos a lo que afecta en mayor medida los nervios de los docentes y parece ser que ello dice relación con la extinción del Estatuto Docente y su reemplazo por una Carrera Docente. Las ganas de salir a protestar se manifestaron este pasado martes, sobre todo en aquellos profesores que son parte de las plantas titulares en el sistema. Los otros, los que conforman los contingentes llamados “a contrata”, no ocultaban sus tiritones de pera al momento de expresarse. No perteneciendo a ninguno de los dos conglomerados, nosotros, “con la tranquilidad del que nada espera”, nos dimos a la tarea de reflexionar con cierta calma este convulsionado asunto. A pesar de la multiplicidad de aspectos que posee el tema educativo, nuestra atención se centró en aquellas afirmaciones referidas a lo que ocurre dentro de la sala de clases. Es decir, los aspectos pedagógicos y, específicamente, didácticos, el cómo enseña el profesor, su estilo de gestión dentro del aula. El ministro del ramo, reafirmó para Tolerancia Cero, la necesidad de cambiar (dimensión tiempo) y modificar(dimensión modelo implementado) lo que acontece entre las paredes de la sala. Realizó un parangón entre los avances que han ocurrido, por ejemplo, en un pabellón quirúrgico en el transcurso de un siglo con lo acontecido en el universo dominado por el profesor. Y ciertamente nuestro pequeño dominio sale muy desfavorecido. Encontrándole razón al ministro, nos preguntamos: ¿Qué es lo que debe cambiar? ¿Qué elementos pedagógicos y didácticos deben ser modificados? Últimamente, la controversia sobre la educación ha convocado a muchos “expertos” que, reunidos en comisiones, instalados en confortables oficinas, generosamente gratificados por las instituciones que los patrocinan, se han desgañitado vociferando a diestra y siniestra sobre los que se debe o no debe hacer. Es tanta la prédica perorada que fácilmente se puede encontrar en estos discursos groseras contradicciones entre lo que dicen unos y otros. Aún más, la diferencia de proposiciones suele apreciarse en la boca del mismo teórico, dependiendo si está formando parte de la comisión o si más tarde ha abandonado dicha instancia, impulsado por decisiones propias o ajenas. Si no nos creen, lean por favor, las últimas entrevistas publicadas en el Mostrador, ya hace tiempo, por quien fue cabeza de la primera comisión creada por la presidenta Bachelet, después del Pingüinazo. Estos "educólogos", definidos como una “marea acosadora de expertos amnésicos que se han apoderado últimamente de la educación” por el historiador Alfredo Jocelyn-Holt (La Tercera 27/11/2010), nos han convencido que los profesores, en general, constituimos un ejército de desharrapados intelectualmente y que solo jubilándonos sistemática y progresivamente, y reemplazándonos por tecnócratas a nivel doméstico, se salvará la juventud de la nación. Si ellos tuviesen razón, por qué entonces, por misteriosas razones, campean en el sistema elementos reconocidamente dañinos y, por otra parte, por qué también, por misteriosas razones, elementos destacados desde que ingresaron hasta que salieron de la Universidad, y que además han dado muestras de calidad profesional, permanecen fuera de él.

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