sábado, 12 de junio de 2010

Cuando los No-es de convierten en Sí-es

Cansado de leer, consultar e inquirir los sesudos análisis y recomendaciones de los expertos en educación, los que hace ya bastante tiempo se amontonan sobre los escritorios de todos aquellos que se preocupan del estado de esta paciente, decidí variar de rumbos y me acerqué a una distinguida mentalista, de origen rumano, pero que ya hace décadas recorre nuestro extenso territorio formando parte de un colorido cortejo.

Descartando que la respuesta se encontrara en la palma de mi mano, y considerando que no nos podríamos ver la suerte entre nosotros, debido a cierto parentesco lejano, aseguró, sin embargo que la receta para salvar a tan malatendida enferma, era simple y se encontraba al alcance de la mano de todos.

En síntesis, todo se reduce a un juego se sí y no. De afirmaciones y negaciones. Y he aquí que de su boca surgió aquel axioma que más de una vez en nuestra vida escuchamos de profundos filósofos: “El bien es la ausencia del mal”. Ante mi intrigada actitud, procedió a descorrer el velo del enigma y profirió una letanía pródiga en revelaciones, las cuales, quitándoles los ingredientes nigrománticos y adecuándolas al oído de nuestros avisados lectores, adquiere el formato que sigue:

- Cual más, cual menos en estos últimos 21 años e incluso más atrás, ha incurrido en algunas “desprolijidades”, cuya no ocurrencia hubiera evitado que nuestra educación se encontrara actualmente en tan mal estado, como por ejemplo:
- Preferir jóvenes neófitos, porque son más baratos y moldeables, desechando el oficio, la experiencia y la preparación de profesionales más avezados, O el caso contrario, cuando los veteranos persiguen la savia nueva, impidiendo la renovación.
- Fomentar “perfeccionamientos” y “capacitación”, cuya implementación no guardaba ninguna relación con una oferta pertinente y de calidad.
- Permitir la “formación” de nuevos profesionales para la educación, en universidades e institutos de tiza y pizarrón, con clases los días sábado o por correspondencia (en 2009, egresaron más de 5.000, muchos de los cuales rindieron la prueba Inicia, con los desastrosos resultados por todos conocidos).
- Crear planes de reconversión laboral a través de Centros de Formación destinado a jóvenes vulnerables, en áreas relacionadas con la educación, con los riesgos que ello implica para los educandos,
- Utilizar en múltiples oportunidades los departamentos de educación como si fueran agencias de empleo o para recompensar a algún personaje meritorio o cuya fidelidad ha mostrado estar a toda prueba.
- Estructurar grupos de trabajo en los centros educativos que jamás se convierten en equipos; directores que no toman en cuanta a sus asesores o subordinados que no sienten respeto por el líder (en muchos casos incluso se hace difícil reunirlos para una simple foto).
- Diseñar concursos que, si no dejan dudas respecto a su transparencia, se ciñen a criterios en que priman más los años y papeleos que una verdadera y pertinente formación profesional, la que debe sumar estudios y antecedentes de gestión exitosa.
- Cumplir tan cabalmente con los contenidos mínimos, que no alcanzan para resolver los desafíos que emergen fuera de lo esperado.

Como epílogo, afirmó que si tales eventos no hubiesen ocurrido, es muy probable que sí habrían acontecido los hechos contrarios y, por lo tanto, en estos momentos quizás estaríamos palmoteándonos los hombros mutuamente, satisfechos y exitosos.

Impresionado por la clarividencia (al menos eso a mí me pareció) de esta mujer tocada por los signos de los tiempos, le pregunté finalmente, si su diagnóstico formaba parte del “Efecto Nostradamus”, alarmado ante la proximidad del año 2012, fatídico guarismo consignado en el calendario maya. “No se preocupe paisano”.- me respondió – “Lo que pasa es que la rueda del calendario les quedó chica”.

J.O.G.Q.

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