martes, 29 de junio de 2010

Cuando el fútbol se convierte en rugby

Desde le gol de Independiente en la final de la Copa Libertadores de América 1973, con el arquero de Colo Colo, el Gringo Nef, con pelota y todo adentro, los rioplatenses evidentemente han perfeccionado esa técnica, al descubrir su efectividad, muy superior a aquella de llegar al arco con los toquecitos primorosos, propios del beibifútbol, que durante décadas fue el orgullo del juego sudamericano y que actualmente solo practican los dirigidos de Bielsa. Lo anterior queda demostrado en el gol marcado por los argentinos sobre Nigeria, donde los defensas son desplazados con la humanidad completa de los atacantes argentinos, permitiendo el cabezazo de Heinzel y el tanto de Brasil sobre Chile, en el cual el cabeceador se encontraba rodeado de un cerco de gorilas que imposibilitaron cualquier intención de los pequeños chilenitos de aproximarse a estorbar a Juan, amén de ser desplazados sin contemplaciones de aquella periferia protectora.

En el encuentro que nos despertó de improviso de nuestro sueño, los dos goles definitivos se construyeron en base a dos cualidades propias de las grandes ligas de “fútbol” americano: velocidad, fuerza y mecánica de precisión. Frente a eso, las prolijidades de nuestro juego, tradicionalmente técnico y de toque corto, se diluyó en una faena intrascendente e improductiva. Cuando los españoles calificaron de “suicida” el planteamiento estratégico y táctico de Chile, no hacían más que aludir al fútbol pragmático y efectivo practicado hoy en día, incluyendo a Brasil, al cual los hinchas siempre esperan verlo practicando la fantasía y la diversión, algo muy ausente en este campeonato. Recordemos que en parte, y ahí las contradicciones, esa fue la causa del “fracaso” de Pellegrini, al querer desarrollar una filosofía de la efectividad, antes que del espectáculo.

Algo que no puede borrarse de nuestra memoria es el estilo de juego desarrollado por los dirigidos del Pollo Véliz primero y luego Sulantay, que se caracterizaban precisamente por la velocidad de reacción y la letalidad de su contragolpe. Nuestra actual selección no posee el golpe letal, en tanto que su impronta es mantener el protagonismo los 90 minutos, lo cual, obviamente, descarta el contragolpe como práctica normal, por razones obvias.

Entonces, es preciso preguntarse si el fútbol está volviendo a sus lejanos orígenes, donde el asunto consistía en llevar una bola de una línea inicial a otra final a decenas de metros distante, apelando a cual recurso a mano, incluyendo, en primer término, la fuerza, llamémosle bruta, y, por supuesto, las debilidades del adversario. JOGQ

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