viernes, 11 de marzo de 2011

Lo público, lo sagrado



Juan Gajardo Quintana


¿Qué hace un municipio entregándole recursos en plata a una sociedad anónima, compuesta por particulares cuyo fin es el lucro?
Eso es por lo menos que a nosotros nos extraña en toda esta chimucina en que se debate actualmente el fútbol chileno. Ha salido a la palestra una concejala de la Serena, reclamando (sin mucho fervor, eso sí) por la cantidad de millones que habría sido entregada para la habilitación de canchas e instalaciones deportivas, que sin embargo se ha traducido en una mínima inversión destinada a emparejar algunos suelos, quitar unas matas por aquí y sacar un poco de basura por allá. ¿Que la Municipalidad no podía poner en manos de una unidad ejecutora esos proyectos de beneficio a la comunidad? ¡Y a quién se los entregó! A “hombres de negocio”, cuyo fin principal es “hacer más eficiente” sus inversiones. Una máxima de un exitoso inversionista internacional es “No ocupes tu dinero. Trabaja con dinero ajeno”. Y parece que estos prohombres han hecho suyo tal axioma, para desgracia, en este caso, de una institución del Estado. La responsabilidad no es solo del que recibe el afrecho. En consecuencia, aquí hay gente por todos los lados que debe dar explicaciones. Los recursos públicos requieren una acuciosa y estricta administración, porque pertenecen a todos los chilenos, a través del Estado. Si una entidad pública decide traspasar dinero a particulares, esto tiene que tener una justificación ética y jurídicamente aceptable. El fin de este tipo de acciones es el bien común y la institución que recibe el aporte debe cumplir con una función social clara y distintiva, es decir, ir en beneficio de la comunidad y con un efecto relevante, lo que significa que no se reduce a satisfacer una situación coyuntural e intrascendente. Lamentablemente hemos tenido que asistir, especialmente en períodos electorales, al espectáculo de ver cómo las arcas fiscales tienden a vaciarse para satisfacer urgencias de tal o cual candidato de quien detenta en ese momento el oficialismo. Y si tal representante tiene la mala suerte de perder, es en la administración que la sucede donde se descubren y lamentan tales desfalcos. Es altamente urgente convencerse que lo público es sagrado y no nos podemos sentir propietarios de algo que el pueblo nos entregó para su administración. Por su parte, la gente, el electorado, también debe comprender que la autoridad no puede- o no debe- recurrir a los escasos recursos con que cuenta, para generar empleos brujos o beneficios que no corresponden. La organización del estado es altamente compleja, pero posee mecanismos para que los aportes que cada sector y área de la sociedad necesita para su desarrollo, encuentren su curso y su destino. La preparación técnica de los servidores públicos, así como la imaginación y creatividad, son las herramientas imprescindibles para que los recursos estén disponibles. De más está decir que el aspecto ético y moral debe ser la base para que la plata del Estado no termine donde no debe (a este respecto, ojo, que estamos en los momentos en que los partidos están sondeando a sus posible candidatos para 2012). Por otra parte, las fuerzas vivas de la comunidad, están en condiciones de organizarse, ya sea en clubes, cooperativas, corporaciones, ONGs u organizaciones comunitarias, con la esperanza que parte de los recursos estatales fluyan a través de ellas y alcancen a sectores específicos de la sociedad. Un caso era hasta hace poco la Sociedad Protectora de Animales, que cumple un papel superlativamente importante en Linares, tanto en lo directamente relacionado con la salud pública como el aporte ético que significa el respeto por todo tipo de vida. Lamentablemente el Honorable Concejo decidió que se lograba más beneficio a la comunidad, quitándole la subvención (disminuyéndosela primero y acotándosela luego a tres meses). A este tipo de organizaciones hay que apoyarlas, no desalentarlas.
Por nuestra parte, no logramos computar el hecho que una entidad que participa del 50% de los recursos públicos del país, como es la Municipalidad de la Serena, entregue ingentes cantidades a una sociedad anónima compuesta, más encima, por conocidos personajes y, tal vez, hasta admirados por sus discutibles actuaciones privadas.

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