martes, 15 de marzo de 2011

Hablar no es decir



Juan Gajardo Quintana


“Si nada tengo que decir, mejor me callo” – Paráfrasis de una frase de Wittgenstein
En el canal del Senado tuvimos la oportunidad de oír las explicaciones de un senador relativas a la propuesta de extender la licencia maternal. Resultó una grata sorpresa apreciar las mesuradas, conceptuosas y esclarecedoras palabras raramente halladas en la boca de un hombre dedicado a la política. La exposición hecha por uno de los patrocinadores de esta idea de legislar, don Mariano Ruiz Esquide, médico de profesión, distan mucho de la verborrea sin sentido a que nos han acostumbrado los mediáticos hombres públicos, sobre todo a nivel local. La periodista, atractiva mujer en edad fértil, tal como ella misma se apresuró a destacar, se notaba realmente complacida y admirada frente a la verdadera cátedra ofrecida por el experimentado congresista. En lo personal, siendo nosotros gente que rehúye las entrevistas hechas a los personeros en boga, la disertación realizada por esta autoridad nos produjo el efecto de un de un trago de agua fresca en medio de la sequedad del desierto. ¡Cuánta diferencia con la audición del domingo en la mañana de las proclamas de un personero local que aspira al sillón edilicio, fanático de la repetición de palabras que no agregan nada a lo ya dicho en el discurso! El profesor Banderas aconsejaba en sus famosos microprogramas: “¡Póngale palabras!”, a sumar y sumar sinónimos. En estricto rigor, los sinónimos exactos no existen, sin embargo, en repetir vocablos que quieren decir prácticamente lo mismo, con un evidente afán de marear o causar sensación de dominar una materia, construyendo en definitiva un texto vacío de sentido, constituye un vicio muy común en los demagogos, es decir, en los que intentan manipular el sentir y conducta de los oyentes, impidiéndoles pensar y darse cuenta de que detrás de la maraña discursiva hay una ausencia alarmante de conceptos. Lamentablemente, en la actualidad estamos viviendo un peligroso momento en el que la manipulación a través de la palabra se ha constituido en una herramienta sine qua non (imprescindible) para triunfar en la sociedad. No diremos en la vida, porque quien triunfa en esta última, exhibe aspectos que no tienen que ver siempre con el éxito social. Se puede ser un exitoso hombre de negocios, merced a haber manejado voluntades en provecho propio, y tener un desastre en su propia casa y familia. Lo contrario también se da. Ser un perfecto desconocido, pero con una salud mental y social a toda prueba. Seguramente Ud., estimado lector, ha oído hablar del “coaching” (en chileno, couchin), que es la técnica, basada en el lenguaje, orientada supuestamente a ayudar a las personas a superar sus “zonas erróneas” y alcanzar el éxito. Se define como el método consistente en dirigir, instruir y entrenar a una persona o a un grupo de ellas, con el objetivo de conseguir alguna meta o de desarrollar habilidades específicas. Y hay para todos los gustos: educacional, laboral, organizacional, ontológico, empresarial, de liderazgo, etc. Han surgido numerosos gurúes que se han hecho ricos descubriéndoles las taras a sus semejantes y dándoles recetas supuestamente para mejorarlas. De hecho, acá en nuestro golpeado país, el señor Fernando Flores realizaba talleres a gente encopetada, cuya inscripción costaba el sueldo del mes de un profesor, es decir, bastante. En este tipo de sesiones, la víctima del maestro y guía, debe exponerse a ser vapuleado y sacudido en su interioridad, en forma muy parecida a como lo hace un hipnotizador a sus voluntarios en un espectáculo del género. La diferencia está en que en el caso que comentamos, es sin anestesia ni calmante alguno. Una vez que el cliente abandona la experiencia, intenta proclamar a los cuatro vientos que salió enriquecido y dispuesto a transformar su vida. Quizás el efecto más destacable debe ser el aumento de oportunidades laborales para los terapeutas clínicos. ¿Qué es lo hay detrás de esto? El mero hecho que el lenguaje auténtico se ha convertido en una herramienta funcional para decirle a Ud. que el blanco es negro y viceversa. El lenguaje de las relaciones interpersonales se ha ido corrompiendo, vaciándose de contenido. ¿Solo nos quedará el lenguaje científico?

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