domingo, 24 de octubre de 2010

Las musas deambulan huachas

En los tiempos en que vivimos, a muchos les parece absurdo preocuparse de las sofisticaciones del arte y la especulación filosófica. El foco de atención se centra más bien en las necesidades inmediatas de las grandes masas sumadas a la sociedad de consumo como asimismo de la dirección que toma la voluntad de esos conglomerados cuando sus necesidades no se ven satisfechas. En otras palabras, el eje económico y político es el gran motor de las grandes ansiedades y esperanzas del hombre actual. Comemos, actuamos y dormimos en la placidez o en la pesadilla de las vicisitudes que suponen el pan que habremos de comer, en los trapos que nos han de cubrir y en el poder que decidirá por nosotros la marcha de la sociedad. Esto, hablando en los términos del ciudadano de a pie. Porque al subir la pirámide social, siendo las preocupaciones las mismas, la perspectiva obviamente cambia. En las altas esferas no es el pan el que quita el sueño, porque es un asunto ya resuelto por las generaciones anteriores. Acá se trata de decidir cómo mantener las hectáreas de poder asignado en tiempos pretéritos y la manera de consolidarlo o en lo posible aumentarlo por medio de dos elementos principalmente: la red de relaciones sociales y la capacidad económica, ambos aspectos que desembocan y se resumen en una palabra: poder. Cualquier ciudadano que haya superado el cuarto de siglo sobre esta tierra sabe que ha desembarcado en un mundo ya fue repartido y que se le presenta bastante ancho y ajeno, pese a las promesas que el sistema económico actual le desliza frente a sus narices. No obstante, tenemos, en general, la sensación, posiblemente equivocada, que aún podemos asistir a la repartija y para ello, además de un poco de suerte, nos puede ayudar un educación adecuada, los contactos acertados y un poco de audacia y desenfado hacia los temas humanos, que generalmente constituyen un estorbo para nuestras pretensiones de éxito a toda costa.
Por estas razones, es decir, cuando toda la energía vital se encuentra concentrada en buscar la manera de obtener los beneficios de la sociedad de consumo, me resulta complicado determinar el papel que le cabe al intelecto y sus máximas manifestaciones en este escenario.
Por ejemplo, ¿qué hace la literatura en el programa educacional de Lenguaje? Artes Plásticas derivó, por lo menos en el planteamiento, en Artes Visuales, un especie de artes aplicadas a la publicidad, al diseño y, en el peor de los casos, a la artesanía. Pero la literatura sigue paseándose con paso de gran dama entre alumnos que la ignoran y que, peor, no la comprenden y docentes que se limitan a plantear sus más áridas teorizaciones sumadas a lecturas obligatorias que los estudiantes reemplazan con resúmenes bajados de Internet. Actualmente, a esta diva de la creación humana se le ha asignado el papel de adiestradora de lectoescritura y de desagradable gendarme en pruebas de admisión a las más disímiles instituciones. Me pregunto, ¿Un profesional o un hombre de armas será más competente o efectivo si manifiesta conocimiento en relación a las metáforas, hipérboles y sinestesias? En todo caso, para quienes enseñamos estos contenidos, (mi padre, nacido un 24 de agosto, siendo un hombre muy natural y franco, gozaba con la palabra poética y, posiblemente sea la razón por la que su hijo siguió este camino), estas materias que la gente supone nos generan elevados goces estéticos, constituyen un baluarte y un estrado que nos posibilita subsistir y justificar nuestra existencia. Esa misma razón nos sumerge a menudo en la zozobra y el abismo de poder entender el papel que juega en la formación de nuestros jóvenes dirigidos. Digamos algo: las competencias que se espera que los alumnos desarrollen en el subsector de Lenguaje, comprensión de lectura, vocabulario, habilidades de redacción, etc., tienden a embrollarse cuando el alumno se enfrenta a los vericuetos de unos textos que no se escribieron precisamente para que el sujeto practique con ellos como si fueran mancuernas u otros aparatos de refuerzo muscular. La literatura, la que la sociedad culta considera superior, juega con el lector, intenta seducirlo, sorprenderlo, desconcertarlo e incluso extraviarlo por los pasadizos muchas veces intrincados de los mundos ficticios que ella crea. Eso es todo lo contrario de lo que busca la instrucción actual, que aspira a un sujeto simple, rectilíneo y eficiente, apto para responder a estímulos inmediatos y perfectamente clasificables.
Parece más correcto pensar que la presencia del arte literario en los planes de estudios, responde a una nostalgia por aquel hombre universal del Renacimiento o el sujeto que aspiraba lo absoluto, propio del Romanticismo. Lo otro que puede ser, es que comprendamos, algunos, que el ser humano no puede vivir sin poesía, es decir sin fantasía y que seguimos dispuestos a encontrar Jauja detrás de toda la crudeza del mundo real y de sus exigencias perentorias, lo cual nos obliga a replantearnos el trabajo docente que gira en torno a esta manifestación del espíritu humano. Dejemos de confundir el goce literario, la ampliación de los horizontes de la comprensión de la vida, el planteamiento de perspectivas inéditas en torno a la existencia, con las necesidades de la sociedad productiva, que se satisface con la apropiación cabal de un manual de instrucciones o de una receta de cocina, ámbitos de realización que, por lo demás, también pueden ser bendecidos con un poco de poesía. Soy partidario, entonces, de dejar de soslayar la actuación del mundo estético, específicamente, de la literatura, en la formación de los ciudadanos y dirigir, por ejemplo, todos esos recursos que van a caer en manos de mercaderes del arte, hacia el trabajo educativo en los subsectores afines con el fin de generar verdaderas vanguardias artísticas en los colegios y escuelas de Chile. Pero invoco el espíritu original que motivó a todos nuestros docentes a estudiar Artes, Música o Literatura, para que se impregnen de nuevo de ese impulso y lo contagien a su alrededor, a los científicos que languidecen entre teoremas y cálculos infinitesimales y a los técnicos que ven como su quehacer se debate en una rutina que los va minando por dentro. Profesores de arte y literatura: tenéis una misión, reencontrar la sirena olvidada.

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