martes, 1 de febrero de 2011

Linares, tierra encantadora(¿?)


Juan Gajardo Quintana

Salve, santa ciudad encantadora,
Joyel de corazones y de amor… (Himno de Linares)


Entiendo que el eslogan citado indica más un deseo que una realidad. Es perfectamente comprensible que cualquier autoridad que asuma la conducción de una comuna, anhela -pienso yo- que el fruto de su esfuerzo se traduzca en incrementar los niveles de encanto que hacen que su jurisdicción a cargo sea un polo de atracción para habitantes y turistas. Cuando alguien es atrapado por el encanto de un lugar, o de una persona, siente que sus sentidos son arrebatados por el sujeto en cuestión y lo único que desea es permanecer allí o al lado de este. ¿Es lo que produce nuestra comuna y específicamente nuestra ciudad en sus vecinos y en quienes la visitan? Me temo que hasta el momento no es así.
Empezando por los jóvenes, que lo único que desean es irse, irse, irse. En cuanto tienen un poco de poder de decisión, como por ejemplo, para seguir estudios superiores, por lo general hacen abstracción de las posibilidades a nivel local y, en el peor de los casos, emigran a Talca o Curicó o, en el mejor, a Santiago, Concepción, Temuco o Valdivia. De ahí, que hasta el momento, ninguna alternativa de estudios realmente seria, haya prosperado en nuestro sacrificado suelo. A nivel de personajes ilustres, son demasiado escasos y los más han hecho sus laureles en otros escenarios más prometedores y es obvio, puesto que la vida en nuestra ciudad ha sido de una apacibilidad cultural e intelectual que es digna de destacar. Algunas iniciativas como el Grupo Ancoa o la Corporación Cultural, fueron flores de corta vida y nadie se ha atrevido a continuar su obra. No me hablen de Casas de la Cultura o cosas por el estilo, que constituyen más bien entes que se dedican a administrar recursos que a generar instancias de desarrollo cultural. En el ámbito económico y comercial, la vida linarense es como el campo después de la lluvia, aparecen algunos brotes que en poco tiempo se secan y mueren por el calor del estío. Hasta la bohemia, debe escaparse en busca de mejor ambiente en las comunas aledañas. Quizás deberíamos rescatar del verso del Himno de Linares el epíteto de “santa”, pues lo que más prospera son los emprendimientos de carácter religioso, tanto en el mundo católico como protestante. ¿Y qué tal la convivencia? Mis oídos de linarense genuino están cansados de escuchar las quejas de gente avecindada en nuestra ciudad, que insisten en la indiferencia, chaqueterismo y mediocridad de mis coterráneos. ¿A qué se deben estas críticas que algunas veces se vuelven extremadamente ácidas? Pienso que la primera causa es la pequeñez del mercado. El infierno crece en un pueblo chico, dicen todos. Pero Linares ya no es tan minúsculo. Sin embargo, vemos que a nuestro alrededor poblados que son la mitad o menos que la Villa de San Ambrosio, hacen gala de vida bastante más intensa que esta. Carnavales, fiestas tradicionales, monumentos centenarios, etc., que por acá no se han visto o ya pasaron a la historia. Ni siquiera hemos sido capaces de defender nuestra naturaleza amenazada.
Linares, digámoslo, nació como un caserío que servía de refrigerio a los caminantes y caravanas que hacían su tránsito de Santiago a Chillán y Concepción, de ahí que apenas era un punto de referencia para los viajeros, y actualmente se lo saltan hasta en los informes meteorológicos (aunque, aleluya, esto ha venido cambiando últimamente). Nuestro alcalde, que acaba de llegar del extranjero, señaló por una radio local, que en la delegación de la que formaba parte, las preocupaciones se concentraban en las ingentes necesidades de la zona de Concepción, principalmente. De Linares nadie se acordaba y, si se repite la tónica, probablemente ni siquiera sabían dónde está ubicado. Afortunadamente, el edil pudo poner en carpeta algunas materias que esperamos resulten en beneficio de nuestra postergada tierra. Pero, siempre hay un pero, mientras la primera autoridad realizaba estas gestiones, su Concejo hacía de las suyas, entorpeciendo la tarea de una de las organizaciones más respetables, por su trabajo desinteresado y altamente sacrificado: la Sociedad Protectora de Animales de Linares. Y este también es uno de los signos que ha cruzado la historia de Linares que ha contribuido a situarla entre los lugares menos deseables para iniciar proyectos importantes: castigar al que intenta asumir desafíos que otros ni siquiera se atreven a tocar con la punta de sus asépticos, pulcros y delicados, dedos. Inexorablemente, en este contexto aflora el nombre del mítico clérigo, el cura Somoza, cuya verdadera maldición consistió en asegurarnos que estaríamos sometidos a la voluntad de foráneos, puesto que nuestra gente de mayor excelencia se vería en la necesidad de alejarse, al ver sus aportes menospreciados. Mis antepasados inmediatos venían del sur, por eso, como linarense auténtico, me dolía demasiado cuando añoraban su tierra austral, llena de gente transparente y generosa.

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